Etiquetas
Alicante, Arquitectura, Azorín, Bodega, campo de criptana, Chimenea, Compañía ferroviaria MZA, Corresponsal, Don Quijote, El Pueblo Manchego, Escritor, Estación, Ferrocarril, Industrial, Información, La Tribuna, Madrid, Mercancías, Parlamento, Periódico, Plano, Prensa, queja, Ruta del Quijote, Tráfico, Tráfico ferroviario, Urbanismo, Vino, Zaragoza
Comenzaron los primeros trenes a circular por Campo de Criptana en 1855. Desde entonces, el tren y su estación y el ferrocarril no han dejado de estar presentes continuamente en la historia y en la vida de la localidad, y de influir en el diseño de su urbanismo. Sin la estación de ferrocarril, posiblemente, el plano criptanense no sería como es hoy, no habría ocurrido su expansión como ocurrió, y quizá tantas y tantas bodegas no habrían encontrado su lugar desde finales del XIX en la ubicación que muchas ocupan hasta ahora, con sus altas chimeneas y su peculiar arquitectura industrial de la época. Recordemos que el tren nos trajo a muchos viajeros que venían a estas tierras en busca de las huellas de Don Quijote, cuántos escritores franceses podían subir en París al tren y llegar hasta la estación de Criptana en la segunda mitad del XIX sólo para contemplar su sierra y sus molinos. También trajo a Azorín, más tarde, en 1905, y fue él el primero que contribuyó a trazar una Ruta del Quijote que hizo historia.
No siempre ha sido fácil la relación. Traemos hoy, y continuaremos haciéndolo en los próximos días, un ejemplo de ello. Lo hemos hallado en el periódico El Pueblo Manchego, año VII, núm. 1792 del 4 de enero de 1917, en un texto que reproduce una información ya publicada antes en el periódico madrileño La Tribuna. Se debe esta reedición al famoso «corresponsal» criptanense del que tanto y tanto hemos hablado en este blog.
Recoge el texto una amplia y argumentada queja que algún criptanense dirigió al director de la Compañía ferroviaria MZA, es decir, de Madrid – Zaragoza – Alicante, que era la que prestaba servicio en la línea de Criptana. Nos plantea este artículo, sin embargo, un problema: no queda marcado con claridad qué parte de texto es responsabilidad del autor de la queja y qué parte corresponde a comentarios del corresponsal. Trataremos poco a poco de deslindar qué corresponde a uno y qué a otro, pero advertimos que no será cosa fácil y que el resultado siempre será discutible. En todo caso, comencemos con lo que claramente corresponde al autor de la queja; en los días sucesivos intentaremos ir clarificando la cuestión. Así comienza, pues, la reclamación remitida por un criptanense:
Harto lamentable es la queja que formulo para una entidad del prestigio [Compañía MZA], cual una de las más de España.
Mi vista corre por esa Prensa á que tanto debemos días, meses y aún años, y quedo extasiado ante la poca labor fecunda y eficaz que en los Parlamentos se hace para remediar el sin fin de faltas de que adolecemos y estamos necesitados, gastando horas que no volverán más, en que si se debe aplicar así ó del otro modo tal artículo de la legislación, y que si el espíritu del mismo se interpreta con fines determinados ó tal cual situación económica.
Hemos leído á diario en la Prensa, hemos visto en varias estaciones de ferrocarril, que se hallaban acumuladas las mercancías por las grandes dificultades para el tráfico; pero no creímos nunca que en Criptana pudiera llegar al estado lamentable, hasta perjudicial y notablemente escandaloso á que hemos llegado.
Aquí lo dejamos. Mañana continuaremos. Se debe pues a esto la queja: A la acumulación de mercancías sin salida debido al mal funcionamiento del tráfico ferroviario. Esto era una situación complicada en la época. Tengamos en cuenta que en aquel tiempo era el servicio ferroviario el medio más utilizado, casi el único, para el transporte de productos a grandes distancias. Y entre esos productos estaba la joya de la economía criptanense de la época: el vino. Las consecuencias de esta situación, por tanto, podrían ser desastrosas. Veremos mañana que de ello no culpa la queja del criptanense al personal de la estación, que cumpliría con su obligación desviviéndose por ello, sino a la compañía del ferrocarril. Pero eso ya es tema para mañana.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO