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Abismo de sangre, Duda, Ficción, Historia, Incertidumbre, Injusticia, Justicia, Novela, Proceso, Rercuerdo, Vicente Martínez-Santos Ysern
Se acerca el final de la historia, pero aún son muchas las claves por desvelar. Quedan muchos flecos sueltos, muchas dudas, incertidumbres que no sabemos si quedarán resueltas o no, porque no siempre en la vida misma todos los nudos encuentran su desenlace, y tampoco en la ficción. No sabemos qué ocurrirá con este nudo abismal. Está su desenlace aún por ver. Pero todo a su tiempo, y se verá… porque el tiempo se agota. He aquí, por tanto, el capítulo VII de esta novela Abismo de sangre, titulado «Aristeo»:
VII
ARISTEO
Algo más de un año transcurrió hasta el comienzo del proceso. Durante ese tiempo la vida interior de Aristeo fue lo contrario de la regularidad y monotonía reglada de la vida carcelaria. Lo asolaba el desconsuelo irremediable por la pérdida de su amada Magdalena. Cuando la ola de tristeza reventaba sobre su alma, la pesadumbre que esto le causaba se transformaba en furor vengativo, un furor que sólo podía realizar en sueños tormentosos y pesadillas sangrientas sin saber muy bien sobre quién descargarlo. Se despertaba entonces bañado en sudor frío, agitada la respiración, los ojos llorosos. Pero luego se producía el reflujo de la marea destructiva, se calmaba, procuraba razonar, analizaba una y otra vez los hechos buscando desesperadamente la explicación de lo sucedido, tratando de imaginar quién habría sido el asesino que lo había sumido en la desgraciada situación presente. Y entonces volvía de muevo a inundarlo la ola del dolor henchida por el recuerdo de la Magdalena perdida para siempre.
La maraña de los recuerdos (Vista parcial de «Susurros del bosque»): Técnica mixta por José Manuel Cañas Reíllo (1996)
El mar embravecido de su cabeza se calmaba cuando cada mes venían sus padres a visitarlo. Le contaban las gestiones del abogado, procuraban insuflarle alguna esperanza, le transmitían el apoyo de amigos, conocidos y vecinos convencidos de su inocencia. Esas muestras de simpatía fortalecían el ánimo de Aristeo, pero tan saludables efectos duraban poco. Cuando los padres se marchaban, una nueva preocupación lo desazonaba; se daba cuenta del deterioro físico de su padre, cada vez más torpe y decaído, y se recriminaba por ser él la causa involuntaria de la decadencia que se había apoderado del pobre viejo.
En una ocasión lo visitó Marcela. Le dijo que había hablado con Emilia. Y ella, sin duda buena muchacha, incapaz de hablar mal de nadie, le había contado cuánto le impresionó lo que le oyó decir en la taberna el día de la tormenta y la discusión, aquello del “abismo de sangre” que mediaba entre Jacinto y Aristeo. Esa frase, dicha en un momento de ofuscación, se volvía ahora contra él porque mucha gente la interpretaba como profecía cumplida.
La maraña de más recuerdos y tragedias (Cuadro «Marcha fúnebre de Sigfried»): Técnica mixta por José Manuel Cañas Reíllo (1996)
Desde ese día no dejó Aristeo de darle vueltas al incidente. Recordó la broma pesada de la falsa noticia de su compromiso matrimonial con Magdalena y la trifulca que aquello desencadenó. Y comenzó a aferrarse a la idea de que no se trató de una broma de mal gusto, sino de una provocación calculada. De ahí se nutría la sospecha de que alguien había aprovechado la circunstancia para cargarle a él la muerte de Jacinto. Pero quién podría ser ese alguien, que malquerencia tenía ese alguien contra Jacinto, eso no lo podía saber. Así se encontraba doblemente prisionero, de su ignorancia y de la injusta justicia.
VICENTE MARTÍNEZ-SANTOS YSERN
Hay una vida real y una vida en los recuerdos, y muchas veces no sabemos cuál es más real. You only live twice or so it seems / one life for yourself and one for your dreams…, como cantase Nancy Sinatra, siempre mítica, en una de sus más famosas canciones. En la realidad y en el recuerdo, en los sueños y para uno mismo. Supongo que con el paso del tiempo vivimos de recuerdos más que de realidades, de sueños más que de vigilias, más en el pasado o en los pasados, porque hay varios (porque todo es posible en el mundo de los recuerdos), que en el presente o que en el futuro. Mañana veremos el último capítulo de este relato. El tiempo se agota… [NOTA DEL EDITOR]
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