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Oye (que no escucha) a veces uno cosas que ningún ser humano tendría que oír. Castigos hay, divinos y humanos, y castigos hay de dolor imponderable, pero oír que esta región autonómica, Castilla-La Mancha, de límites extraños, de conjunciones astrológicas a veces incomprensibles, debió su segundo término, «La Mancha» a «Don Quijote de la Mancha», supera en grado insoportable todos los absurdos que uno es capaz de asumir.
Digo yo que a lo mejor a quien pudiera decir esto no se le ocurrió pensar que quizá Don Quijote de la Mancha tomó su nombre porque el personaje, aquel Caballero de la Triste Figura, hizo sus andanzas por esta tierra, que ya por aquel entonces se llamaba La Mancha, y venía llamándose así hacía mucho tiempo, a lo mejor desde el siglo XIII o a lo mejor desde antes, que con estas cosas de la historia nunca se sabe, y que hubo un «Común de La Mancha» durante siglos, y que, aunque no hay acuerdo todavía sobre la etimología de este topónimo, seguramente tiene su origen en una palabra árabe.
Viene esto a decir que, por supuesto, La Mancha existió antes que a Cervantes se le ocurriese escribir la novela, y que ya había molinos, y que había vida antes de Cervantes. Vendrá, también, quizá, quien diga que el Canal de la Mancha se llama también así por Don Quijote porque, a lo mejor, se dio a alguna aventura marítima de vela y timón, y que una mancha de tomate, o de chocolate, o de café, también se llama así, «mancha», por Don Quijote, y que una mancha moral, una mácula, un pecado, venial o mortal, también se llama así, «mancha», por Don Quijote, porque no existiría la palabra «mancha» antes de que Cervantes escribiese su novela. En fin, cuando se pretende nombrar «Albaicín Criptano» al barrio de la sierra de los molinos de Campo de Criptana, todo, todo, es posible.
Oí tal cosa. Lo reconozco. Creí ver hundirse el mundo, no di crédito a lo que oí, se me erizaron los cabellos, púsoseme la carne de piel de gallina, algo como un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y, como se dice en muchos pasajes de la Biblia para momentos de turbación, se me aflojaron las rodillas. Hay cosas que un ser humano nunca tendría que oír, de terroríficas que son, de tremebundas, de perturbadoras que resultan.
Una afirmación como ésta viene a borrar de un plumazo siglos de historia de una región natural como es La Mancha, siglos de tradición, siglos de cultura popular, siglos de las vidas de quienes hicieron esta región antes, mucho antes, de que Cervantes hiciese a su personaje hollar estos caminos y estas tierras. La Mancha es previa a Cervantes y al Quijote, no posterior.
Ante esto, no dejo de preguntarme: ¿Hay vida después de las elecciones? A lo mejor no…
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Y digo yo, apreciado señor Cañas, ¿por qué afligirse a causa de chistes pésimos, el mal gusto, la vulgaridad atrevida y no alegrarse por lo que hoy mismo, a propósito de nuestro paisano don Quijote, ha dicho Goytisolo? Si el caballero recorriese hoy los caminos de nuestra tierra, amigo mío, ¡cuánto trabajo tendría desfaciendo entuertos! Hay que oír a ciertas personas como lejanas campanas que tañen, ¿no?
Estimado Vicente: No fue por aflicción por lo que escribí este artículo, sino por la necesidad de poner los puntos sobre las íes.
José Manuel, ¿quién ha dicho semejante cosa?
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