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Por esos mundos de Dios: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

Por esos mundos de Dios: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

Hay ocasiones en que la vida es un continuo ir y venir por esos mundos de Dios, sin un destino, sin un fin, sin saber qué nos deparará el día siguiente, incluso, sin saber si habrá día siguiente.

Que la Muerte se presenta cuando menos se lo espera uno, eso lo sabemos. También sabemos que se presenta donde menos uno se lo espera, y que lo pilla a uno a traición, y que no vale eso de «ven luego, que ahora me viene mal». La muerte no espera, y en eso hace bien, porque se pasaría el día sentada con los brazos cruzados y la guadaña apoyada en las rodillas, preguntándose qué pinta ella en este juego de ironías que es la Creación. La muerte hace bien. Es inflexible y no hay excusas que valgan, que cuando llega la hora, llega, y llega sin remedio. «No faltaba más», dice la Parca airada, «aquí se acaban las cosas cuando una quiere».

Digo yo que uno asume que la muerte viene cuando quiere. Lo malo es que le pille a uno en un lugar que no es el suyo, como descolocado, como una pieza de puzle mal encajada, como esa gota de agua en un vaso de aceite que no sabe dónde ponerse porque, en el fondo, no es de aquí ni de allí, no es de ningún lugar y el aceite no es su medio.

La noche del 16 de abril de 1902 sorprendió la muerte en Campo de Criptana a alguien que no era criptanense, a alguien que estaba de paso, a un «pordiosero», curiosa palabra que hoy ya caso no se oye, pero que entonces, y hasta no hace mucho, era común. Se queda pobre la definición de «pordiosero» que nos da el DRAE. Se limita a decirnos que se aplica a aquel «que pide limosna»; convendría añadir que no se limitaba el pordiosero a pedir limosna, sino que por costumbre se añadía un «por Dios» en el ruego que quizá con el tiempo a medida que la sociedad se fue secularizando cayó en el olvido. Mejor definición encontramos en el Diccionario de la lengua castellana, edición de 1780 (pág. 738):

PORDIOSERO. s. m. El pobre mendigo que pide limosna, implorando el nombre de Dios.

También, curiosamente, lo recoge como «profesión»:

PORDIOSERÍA. s. f. La profesión y costumbre de pedir limosna de puerta en puerta.

Recorriendo llanuras (Cuadro "Llanuras de Huete"): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2006)

Recorriendo llanuras (Cuadro «Llanuras de Huete»): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2006)

Es la historia de hoy la de la muerte de un «pordiosero». Recorría, quizá, los pueblos de La Mancha allá por mediados del mes de abril de 1902, y la muerte le sorprendió en Campo de Criptana, pueblo que no era el suyo y entre gentes que no eran las suyas. En consecuencia, el juez de instrucción de Alcázar de San Juan y su partido, Bernardo Hervás y Lozano, publicó un edicto en el Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara del 2 de mayo de 1902 para investigar las circunstancias del suceso, ocurrido en la noche del 16 al 17 de abril. Fue la víctima Demetrio Ortega Fuentenebro, de 35 á 40 años, descrito como:

… alto, robusto, bien constituído, color moreno claro, picado de viruelas, cabello negro con algunas canas, barba corrida ligeramente canosa, bigote pequeño y recortado, vestía pantalón y chaqueta de pana color verdoso, y zapatos de becerro blancos…

Camino a Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

Camino a Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

Se le hallaron encima cartas de caridad que indicaban su nombre, que era natural de Brihuega y que «se dedicaba a pedir limosna».

No parecían estar claras las circunstancias de la muerte. Para averiguar llo ocurrido el juez citó a otros pordioseros que aquel mismo día andaban por Campo de Criptana. Eran Guillerma Suarez Abad y Manuel Cabas Rodríguez, cuyo paradero era desconocido en los días en que se publicó el edicto. Se les citaba para comparecer junto a parientes del finado en el juzgado en el término de diez días desde la publicación del edicto en el boletín. Al final del edicto encontramos la gran sorpresa: posiblemente la muerte no había sido accidental, sino un homicidio. En consecuencia, se estaba instruyendo por tal causa un sumario contra un tal León Jorge Expósito.

La vida nos depara muchas sorpresas, pero la muerte más. Termina aquí una más de esas historias trágicas de otros tiempos, muerte cuyas circunstancias quizá, como ocurrió en muchos otros casos, nunca se conocieron.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO