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Es curioso cómo la vida y sus circunstancias nos llevan a veces por derroteros inesperados e insospechados, adjetivos ambos que no tienen por qué ir juntos pero que, cuando van, dan idea de exageración extraordinaria o superlativa. Imagínate, entonces, lector, si serán estos derroteros extraños, porque lo son, y con mucha razón.
Así, sin intención, hemos llegado a aunar dos historias, la de Azorín y la de Campo de Criptana, que no son sino muchas historias y una misma en el fondo, la de Azorín con cada una de las crónicas que envió al periódico El Imparcial aquellos días de marzo de 1905 en que anduvo por estas tierras, y la de los criptanenses, todos y cada uno con los que habló, con los que cruzó una mirada, todos y cada uno de los que con su vida cotidiana daban forma al Criptana de aquel tiempo. No resulta esto extraño, porque no es otra cosa la historia que un entrelazado de cotidianeidades, de pequeños acontecimientos, de encuentros casuales en la inmensidad del infinito universo. Quizá todo esté escrito para el destino, lo que fue, lo que es y lo que será.
Tenía Campo de Criptana de todo por aquel año de 1905, como ya hemos visto, y como seguiremos viendo. Nos ocuparemos hoy de las tiendas de comestibles, las confiterías, las estererías y las fábricas de aceite. Podía un viajero por aquel tiempo en Criptana, por ejemplo Azorín, sentirse como en casa, porque nada le faltaría, porque era el universo criptanense como el de una gran ciudad pero en miniatura, un ente autosuficiente de economía diversificada. La fuente documental es, como en casos anteriores, Guía consultor è indicador de Ciudad Real y su provincia, Ciudad Real: Tipografía de Scres. de J. M. Ruíz-Morote (1905), pág. 146.
Comestibles: Adrián Millán, Braulio González, Carmelo Manzaneque, Hilarión Alberca (Viuda de), Indalecio Millán, Fulgencio Angulo, José V. Olmeda, Leonidio Ponce, Manuel Olivares, Ricardo Garrido, Valeriano Pando (sic, seguramente una errata en lugar de «Perucho»; Valeriano Perucho es uno de los propietarios de establecimientos de comestibles citados en el Anuario Riera de 1904)
Confiterías: Dolores Fernández, Julio Flores.
Curtidos: Francisco Pintor, Hijos de Pedro Alarcón.
Esterería: Joaquín Oliver.
Fábricas de aceite: León Longoria, Juan Bayllo (por «Baíllo»), Manuel Argandoña.
Es curiosa la presencia aquí de una «esterería» Puede referirse o al lugar en el que se fabricaban esteras, o bien a la tienda en la que se vendían. Era un negocio muy importante, porque aún por aquel tiempo pervivía la costumbre de cubrir los suelos de las estancias con esteras. No aparece ningún establecimiento de este tipo en el Anuario Riera para los primeros años del siglo XX.
Hay otras diferencias entre este listado y el del Anuario Riera de 1904 (pág. 1381). En el capítulo de «Comestibles» el listado de este último es el siguiente:
José G. Casanubes (sic, errata por «Casarrubios»), Valeriano Flores, Braulio González, Viuda de Hilario [de la] Guía, Carmelo Manzaneque, Jerónimo Millán, Benito Nieto, Manuel A. Olivares, Valeriano Perucho.
Faltan algunos nombres de 1905 en este listado. Fulgencio Angulo, por ejemplo, aparece en el Anuario en el capítulo de «Alpargaterías». También encontramos diferencias en el capítulo «Curtidos», de los que se especifica en el Anuario Riera de 1904 que son «coms.» (comercios o comerciantes) de curtidos. Dos se citan: Francisco Pintor y Valeriano Alarcón, con toda seguridad pariente del Pedro Alarcón citado en 1905. Fue Pedro Alarcón quien envió una patata como muestra de tubérculo enfermo a una conocida revista agropecuaria española (véase: El largo viaje de la patata del criptanense Pedro de Alarcón, 1901) y siete años después sería el establecimiento zapatero de sus herederos crucial a la hora de descubrir las macabras prácticas del enterrador criptanense (véase: «Negrina Corona», a la venta en Hijos de P. Alarcón, y la espeluznante historia de las botas, Campo de Criptana, 1912).
Respecto al último capítulo, «Fábricas de aceite», éste aparece en el Anuario Riera de 1904 como «Prensas de aceite», e incluye dos propietarios que no están en el listado de 1905: uno era Tobías de la Guía y la otra Mercedes Morán. La fábrica de aceite de ésta última, sin embargo, puede ser la misma que la citada para León Longoria en 1905; el segundo apellido de éste era Morán, por lo cual era descendiente de Mercedes Morán. León Longoria y Morán aparece, además, como alcalde de Campo de Criptana por aquel tiempo (véase: El directorio, Campo de Criptana 1905, I).
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO