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Pensé hoy a la hora de ponerme a escribir este artículo titularlo, siguiendo la norma aplicada en otros casos similares, «Viajeros en Campo de Criptana…». En otros casos, tenemos constancia de que los viajeros llegaron a Campo de Criptana, y se quedaron unos días en él, o unas horas, o, incluso, unos minutos… a veces sin bajarse del tren. pero estuvieron, que es lo que importaba. No habíamos tenido hasta el momento que ocuparnos de un viaje aéreo. Realmente no lo hay, nunca ha existido, porque sería harto difícil y peligroso quedarse en un destino en el que no había aeródromo. Hay, eso sí vistas, a veces rápidas de Campo de Criptana desde el cielo, pero pocas veces nos ha quedado reseña de ellas.

Criptana desde el cielo: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2009)

Criptana desde el cielo: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2009)

Y esto nos planteaba dudas sobre el modo de titular este artículo. Lo que vamos a contar a continuación ¿Se puede considerar viaje? ¿O es simplemente un paso de refilón? No lo sé. Que el lector juzgue por sí mismo. En todo caso, se dé la consideración que se dé a este viaje una cosa queda clara: Campo de Criptana tuvo también presencia (aunque pequeña) en un momento histórico para la aeronáutica española.

Encontramos los detalles en la publicación mensual Aérea. Revista ilustrada de aeronáutica, año V, núm. 53, correspondiente a Octubre-Diciembre de 1927. En las págs. 21-23 Joaquín de la Llave publica un artículo titulado El viaje de inauguración de la línea Madrid-Sevilla. Impresiones personales de un pasajero.  Nos cuenta que la Unión Aérea Española estaba comenzando a implantar un servicio internacional en la península con aviones del tipo Junkers. Una de las rutas era Madrid – Sevilla, en un tiempo en que Madrid aún no tenía aeropuerto civil y cumplía estas funciones el aeródromo de Getafe.

El 30 de noviembre de ese año se inauguraba el vuelo Madrid-Sevilla; el 1 de diciembre tendría el viaje de regreso. Contó el vuelo con invitados varios, como el Jefe Superior de Aeronáutica, el presidente de la Diputación de Madrid, los fotógrafos Marín y Contreras, y el autor del artículo, Joaquín de la Llave. Era el piloto José María Ansaldo, y como segundo piloto iba Mario Álvarez.  Cuenta la crónica que se hizo el viaje Madrid – Sevilla en línea recta, pasando sobre Toledo. El vuelo se produjo sin incidentes.

De Madrid al cielo: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2010)

De Madrid al cielo: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2010)

El regreso estaba planeado para el día 1 de diciembre a las diez de la mañana, pero la niebla lo impidió, por lo que tuvo que retrasarse a las doce. La deficiente visibilidad hizo que el vuelo se hiciese siguiendo la ruta del ferrocarril y a muy poca altura sobre el suelo. Y así, siguiendo la ruta del camino de hierro que los llevaría, sin duda, a Alcázar de San Juan, llegaron a La Mancha, y sobrevolaron el Campo de Calatrava, y Daimiel, donde había un «aeródromo eventual». También parece que alcanzaron a ver Campo de Criptana desde el cielo, tal y como nos dice el autor.

Como no podía ser de otra manera, y como todos los demás viajeros que por estas tierras vinieron a lo largo de la historia, a pie, en burro, en diligencia, en tren o en coche… todos pudieron evocar Don Quijote, o como nos dice el autor del artículo, sobre Criptana:

… despertó los recuerdos del libro inmortal, relicario del idioma hispano.

Poco después de las tres de la tarde llegaba el avión a Getafe. Quedó así inaugurado el servicio aéreo semanal entre Madrid y Sevilla y, cosas de la vida, Campo de Criptana también estuvo presente en tan importante momento histórico.

Sevilla: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Sevilla: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Había ya por aquel entonces otras líneas en funcionamiento en la Península Ibérica. Así, por ejemplo, la línea Madrid-Lisboa, que se servía de aviones del mismo tipo que los utilizados para el vuelo Madrid-Sevilla, tenía tres vuelos de ida (lunes, miércoles, viernes, a las 10,30 de la mañana) y tres de vuelta a la semana (martes, jueves a las 10,30, y sábado a las 10,15). El avión llegaba a su destino en ambas direcciones a las 14:30 horas. Costaba por aquel entonces uno de estos viajes una auténtica fortuna, si tenemos en cuenta el poder adquisitivo de la mayoría de la población en aquella época. El precio de ida y vuelta era de 375 ptas. e incluía también el traslado en automóvil entre el aeródromo y la ciudad y 15 kilos de equipaje. El exceso de equipaje se pagaba a razón de 3,50 ptas. kilo. La compañía tenía su sede en Madrid, en la calle Mayor 4.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO