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Andrés Alarcos, Arriendo, Bienes eclesiásticos, Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, Camino del Vado, campo de criptana, Capellanía, Catalina Alonso, Celemín, Elvira Sánchez, Fanega, Francisco Pintado, Juan Martín Feb., Juan y Ana Flores, Juana y Ana Flores, La Albarica, Las Cuadrillas, Los 7 molinos, Lote, Real de Vellón, Renta anual, Ruiz Díaz de Loreto, Sebastián Quirós, Tierra
Llegamos ya al final de esta serie, que ha sido corta, pero no por ello menos importante para nosotros que otras más largas y quizá más rimbombantes. Hemos visto hasta ahora tierras de capellanías que salieron a arriendo en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 22 de julio de 1853. Respecto a algunas capellanías, los lotes eran muy importantes, por la cantidad de tierras, su extensión y el montante total de sus rentas anuales. En otros casos, encontramos capellanías de las que sólo una o dos propiedades y no de excesiva importancia salían a arriendo. Pero como no es cuestión de dejarnos nada en el tintero ni de dejar cabos sueltos en la cuestión y, como nos disponen las normas de la decencia y la costumbres de este blog, hay que apurar el tema, nos ocuparemos hoy de estos flecos. Así, visto ya lo correspondiente a las capellanías de Francisco Pintado, Elvira Sánchez y Juan(a) y Ana Flores, nos quedan las siguientes:
Capellanía de Sebastián Quirós
1121 Una tierra de 2 fanegas, en el sitio de la Albarica. Formaba parte del lote cuyo colono había sido Andrés Alarcos, con una renta anual total para todas las propiedades que lo componían de 600 reales de vellón.
Capellanía de Ruiz Díaz de Loreto y Catalina Alonso
1125 Una tierra de 1 fanega en el sitio de las Cuadrillas.
1126 Otra tierra en el mismo lugar.
1127 Otra tierra de 15 celemines en el camino del Vado.
Las tres pertenecían al mismo lote que la de Sebastián Quirós ya citada.
Capellanía de Juan Martín Feb (sic)
1145 Otra tierra de 2 fanegas 6 celemines en los 7 molinos. Había sido también su anterior colono Andrés Alarcos. Tenía una renta anual de 25 reales de vellón.
Éstos eran, pues, los últimos flecos de esta serie. Aquí concluimos lo que teníamos que decir sobre el listado de estas tierras de capellanías y su arriendo, lo que prefigura, sin duda, el proceso imparable de la liquidación de los bienes eclesiásticos criptanenses a mediados del siglo XIX. No se agota aquí, sin embargo, la cuestión de las capellanías en Campo de Criptana. Muchas serán las oportunidades que tendremos en el futuro de seguir hablando de ellas largo y tendido.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Ha sido más interesante de lo que parece esta serie, que suscita reflexiones múltiples. Por ejemplo, el afán recaudatorio del Estado, agobiado por una deuda cuantiosa (¡qué novedad!) al menos desde 1808. Ello condujo a la forma en que se llevó a cabo la desamortización, sobre todo comparada con Francia: allí desembocó en una robusta clase de propietarios medios que todavía hoy sostienen el vigor de la agricultura francesa; aquí, reforzó el latifundismo y, a largo plazo, el abandono del campo y la concentración urbana en un país tendente a la desertificación y carente de una industria poderosa, excepto la de sol, playa y ladrillo.
Por contraste, cabría pensar en la avidez eclesiástica que ahora ha inscrito en su haber numerosas propiedades, alguna en verdad escandalosa, como la Mezquita de Córdoba. Es, en cierto modo, una contradesamortización. Curiosamente en una época en la que ya no se considera la necesidad de fundar capellanías, aunque no falten ciertos casos de legados testamentarios cuya gestión eclesiástica ha resultado cuando menos algo turbia, como ha informado la prensa.
No menos interesantes han sido las ilustraciones, fotográficas y, sobre todo, pictóricas, como el olivar que encabeza este artículo. Me produce un ingenuo pasmo la habilidad con que unas manchas coloreadas componen un paisaje precioso. Está dando usted, amigo Cañas, unas lecciones artísticas admirables.
Estimado Vicente: Estaba ya echando de menos sus comentarios que tan edificantes e interesantes son siempre. Muchas gracias, otra vez.