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Así, desbrozando poco a poco cómo fue aquella feria de 1911, hemos llegado a la crónica que el corresponsal hizo de la primera corrida de toros. Se publicó su texto, al igual que lo relatado en los días anteriores, en el periódico El Pueblo Manchego, año I, núm. 197, del 4 de septiembre de 1911.
Puesto que es esta crónica sobre la primera corrida en exceso larga y prolija y abunda en florituras literarias, nos limitaremos a los aspectos más importantes. Digamos antes de empezar que nos resulta desconcertante cómo comienza el corresponsal esta crónica taurina:
… pero ante todo mil perdones ¡oh manes espadachines de Cúchares y Cayetano! pues voy á poner mis manos pecadoras y menos toricidas que mosquicidas en un asunto para mí tan nuevo como las dinastías faraónicas ó las ejecutorias nobles de Lagartijos y Frascuelos.
No podemos menos que imaginar que esta disculpa responde únicamente a una intención irónica, puesto que los giros lingüísticos utilizados a lo largo de toda la descripción de la corrida corresponden a un ámbito muy especializado en cuestiones taurinas. Reconocemos, incluso, que nos cuesta en ocasiones entender qué se está diciendo en algunos pasajes, pero no tiene nada de extraño, porque el que escribe es absolutamente profano en estas lides.
Comenzamos pues, y lo hacemos de la mejor manera, preguntándonos: «¿Cómo estaba la plaza?». Y el corresopnsal nos lo dice:
Decir que la plaza hasta los topes y lo repito, ofrecía un magnífico aspecto, con sus notas de color tan simpáticas, que las mantillas y madroñeras parecían las flores de los pensiles más cuidados.
Presidían las «bellísimas» señoritas Piedad y Milagros Baíllo y Melgarejo, Carmen Baíllo, Lolita Henríquez de Luna y otra señorita, de nombre Isabel, cuyo apellido no acertamos a leer por defecto físico del periódico, es decir, por una fatídica arruga con grieta en el papel.
Y comenzó la corrida y salieron los toros, y los toreros, y hubo toreo, y banderillas y todo lo que es de rigor en una corrida. El primer toro se llamaba «Truquero», de la ganadería de Gabino Flores. El segundo tenía por nombre «Caballito», el tercero «Algabeño», y el cuarto «Pudicero». De los toreros se dan sus sobrenombres: Conejito III, Jaqueta, Niño de la Merced, Pintono y Chatín.
Al final de la crónica el corresponsal añadió un resumen de lo mejor de la corrida que sí vamos a transcribir literalmente. Dice así:
De los toros el cuarto, aunque todos buenos.
Banderilleando el Niño de la Merced.
Con la muleta conejo, pero de rodillas.
Matando Jaqueta.
La autoridad en extremo benévola.
Firma la crónica «D. Clarines». Y aquí acaba esta crónica taurina de la primera corrida de feria de Campo de Criptana en 1911, a la vez que acaba el artículo sobre las ferias criptanenses publicado en El Pueblo Manchego. Y, como no podía ser de otra manera, también acaba esta serie sobre los primeros días de aquellas fiestas criptanenses de hace ahora ciento cuatro años, ferias de «Tedeum», ferias de conciertos dirigidos por don Bernardo, ferias de corridas de toros animadas y multicolores… suponemos, a las cinco de la tarde, como debe ser y como mandan los cánones taurómacos. Desconocemos, por cierto, dónde estuviese ubicada la plaza de toros que, seguramente, era móvil. En el plano de Campo de Criptana de Domingo Miras, que data de aquel año de 1911, no aparece ninguna plaza de toros permanente en la localidad.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO