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El final del verano: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

El final del verano: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)

Sí, lector, aunque parezca mentira, hubo años en que Campo de Criptana no tuvo ferias y fiestas, años en que el ciclo anual de festividades se quebrantó, años en que los criptanenses vieron cómo los veranos acababan sin su ritual festivo habitual. En 1923 volvió Campo de Criptana a tener Ferias, pero el balance que nos hace un corresponsal una vez acabadas no es muy positivo. Encontramos esta valoración postferial en un artículo que con el título «Nuestras ferias» se publicó en el periódico quincenal independiente criptanense Alerta, año I, núm. 8, del 16 de septiembre de 1923. Veamos qué nos dice esta nota:

Pasó la Feria – si a esto puede llamarse feria – algo más animado en años anteriores. Los festejos han sido pocos y malos y sin embargo, habrán podido convencerse nuestros munícipes de que en estos días en que «nuestro patrón» nos hace la tradicional visita, el pueblo entusiasmado con tan egregio y amado huesped, acude allí donde hay motivo para divertirse, sin mirar la cantidad a gastar en los diversos festejos organizados.

En honor del Cristo de Villajos (Vista parcial del cuadro "Santuario IV"): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2009)

En honor del Cristo de Villajos (Vista parcial del cuadro «Santuario IV»): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2009)

La gravedad de la situación no radicaba, según el corresponsal, en que las fiestas del año 23 no hubiesen sido buenas, sino en que los tres años anteriores no había habido ferias. Ello habría justificado, sin duda, que el Ayuntamiento se hubiese volcado en resarcir a Campo de Criptana por ello. Pero ¿por qué no hubo ferias en los tres años anteriores? Nos lo explica así el corresponsal de Alerta:

Los tres últimos años, transcurrieron sin un festejo, ni aún los imprescindibles fuegos artificiales. Un año, por causa de la Guerra; otro, porque las tormentas se llevaron parte del fruto de los viñedos y oro por que la Guerra se recrudece, las tormentas insisten y no sabemos por cuantas causas más, pues cualquiera de ellas, son causa sagrada para que nuestros Ayuntamientos suspendan los escasos festejos de que podemos gozar.

Amenazante tormenta: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

Amenazante tormenta: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)

¿Qué se adelantó con que durante tres años hayan pasado nuestras ferias sin el menor festejo organizado por el Municipio? Nada. ¿Terminó por ello la Guerra? Ni terminará. ¿Rechazarán las balas, sin causar daño alguno, en los cuerpos de nuestros soldados, ante la seriedad de un pueblo sin fiestas? Tampoco. ¿Los Campos, brotaron con mayores bríos o se libraron de la criminal piedra que los destrozó, ante la suspensión de cucañas y cine al aire libre?

¿Se aliviará el moribundo poniendo otro moribundo a su lado? ¿Nuestras penas, se aliviarán acaso, con otras penas mayores?

Aquí dejamos por hoy lo que nos cuenta el corresponsal. Mañana continuaremos reproduciendo su queja y su crítica al Ayuntamiento de Campo de Criptana de aquel tiempo por la ausencia de Ferias y Fiestas durante tres años.

El santuario: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

El santuario: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

La «Guerra» a la que se refiere el corresponsal es la Guerra del Rif, que, aunque duró de 1911 a 1927, tuvo uno de sus momentos más dramáticos y más críticos para España en el Desastre de Annual, en el año 1921. Hay que recordar que este hecho supuso una enorme conmoción para la opinión pública de la época en España. Unos meses antes de la celebración de la Feria criptanense de 1923, el periódico La Correspondencia de España, del 1 de febrero de ese año, había publicado una nota según la cual desde Campo de Criptana se había remitido un telegrama relacionado con este guerra, en el que se pedían recompensas al Rey para el «Sr. Echevarrieta y el Sargento Vassallo». Estaba firmado el manifiesto por el alcalde criptanense Domingo Esteso, y tenía el apoyo de las «colectividades y fuerzas vivas», además de las madres de los soldados Faustino López, Emilio Sepúlveda, José María Ortiz, José Minguijón, Luis Esteso y Joaquín García. Horacio Echevarrieta fue el encargado de negociar con éxito la liberación de prisioneros españoles después del Desastre de Annual. El sargento Vassallo fue uno de los prisioneros (sobre su cautiverio se pueden encontrar más detalles en el periódico La Vanguardia del del 31 de enero de 1923, pág. 17). El Desastre de Annual estaba en la mente de todos.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO