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Alcalde, Anuario del comercio, Anuario Riera, Calle Santa Ana, campo de criptana, Centro de suscripciones, Comisionista, Compañía de seguros, El Quijote, Horacio, Jacinto Cuadra, La Palatine, Librería, Librero, Libro, Nueces, Objetos de Escritorio, Shakespeare
Hoy voy a seguir hablando sobre el Campo de Criptana de 1911, aunque, lo reconozco, tenía muchas ganas de escribir sobre algún que algún otro tema que también tiene que ver con libros, como esa conmemoración de los cuatrocientos años de publicación de la segunda parte del Quijote en 2015. Llegó la conmemoración por estas tierras manchegas de modo rimbombante y se va a ir de modo decepcionante… muy decepcionante, como si nada hubiese pasado. Parturient montes, nascetur ridiculus mus, nos decía hace dos mil años el poeta romano Horacio, es decir, «parirán los montes…, nacerá un ridículo ratón». Así ha sido esta celebración… mucho ruido y pocas nueces, poniéndonos ahora shakespeareanos.
Podrías pensar, lector, que esta digresión no viene a cuento. No es así. Todo tiene su razón de ser y su debida explicación, porque esta reflexión sobre la no-conmemoración de tal acontecimiento nos lleva de lleno al tema de hoy… al mundo de los libros. Pongamos que nos hallamos en el Criptana de 1911 y queremos, deseamos ardientemente, comprar un volumen del Quijote. ¿Dónde podríamos hallarlo? O queremos, quizá, comprar otros libros… porque hay vida fuera del Quijote y hay otros escritores y otras obras, especialmente las clásicas, que tanto o más placer que el Quijote nos pueden aportar.
Encontraremos la solución a tal enigma en el Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración de ese año (págs. 2108-2109). Según este directorio, un librero, al menos, había en Campo de Criptana en los primeros años del siglo XX. Ya aparecía citado entre 1901 y 1904 en el Anuario Riera, y también lo encontraremos citado en 1911 en el Anuario del comercio. No es otro que el polifacético Jacinto Cuadra. Tenía su establecimiento en la calle de Santa Ana 1, es decir allí donde ésta confluye con la calle de la Fuente del Caño… como quien dice en la misma Plaza Mayor. Aparece el negocio de Cuadra citado como «Librería y objetos de escritorio», pero no estaba dedicado a esta actividad en exclusiva este establecimiento. Aparece también en el capítulo de «Compañía de Seguros», en este caso de Seguros «La Palatine», en Santa [Ana] 1, así como en los de «Comisionista» y «Centro de suscripciones», actividades a la que también se dedicaba Jacinto Cuadra.
Además de toda esta actividad empresarial, Cuadra fue alcalde de Campo de Criptana. No vamos a insistir en su figura y rica personalidad, pues sobre él mucho hemos escrito en este blog. Remitimos para más información a los siguientes artículos: Tirando del hilo: Jacinto Cuadra y sus coetáneos, Campo de Criptana 1891-1898; Jacinto Cuadra, corresponsal, comisionista y pluriempleado, Campo de Criptana, 1882-1903; Jacinto Cuadra, de la Asociación de la Librería de España y proveedor municipal de material de escritura, Campo de Criptana, 1884, 1907; Jacinto Cuadra, político, viajero y alcalde, Campo de Criptana 1909-1914). Sobre las librerías de Campo de Criptana, remitimos a los artículos: Imprentas, impresores, libros y libreros en Campo de Criptana, I, 1886-1904; Imprentas, impresores, libros y libreros en Campo de Criptana, II, 1925-1932).
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
No, no, José Manuel, no hay digresión alguna en su artículo, al contrario, hay dedo en llaga lacerante y profunda, que afecta no sólo a nuestrom pueblo, sino al país entero. El Quijote se ha convertido en señuelo turístico, pero leerlo, leerlo con atención y cuidado, de eso nada, como demostraba una encuesta reciente: es muy largo, decían algunos encuestados; no se entiende, decían otros; es muy antiguo y nada tiene que ver con hoy, aclaraban los más. Se buscan afanosamente los huesos de Cervantes, pero se desconoce su obra, no sólo El Quijote, y en especial la segunda y brillante segunda parte, sino las Novelas ejemplares. Y es una lástima, porque si uno se atreve con Rinconete y Cortadillo y se olvida de que se pinta allí la Sevilla del siglo XVI, encontraría que el patio de Monipodio, con otros ropajes y decorados, pero vivimos en él. Estamos viendo atónitos cuántas librerías cierran al año en España, cómo se invoca todos los días la cultura, pero como mero espectáculo, no como conocimiento y reflexión. De sobra sé que este es un lamento inútil, de viejo, que nada tiene que hacer en este mundo digital, del triunfo de la imagen sobre la palabra. Pienso con melancolía que si hubiese estado aquí don José Antonio Sánchez habría sabido desmentir a Horacio, tan oportunamente citado por usted.
No me parece inoportuna digresión, amigo José Manuel, sino muy acertada. Claro que, en este mundo en el que el predominio aplastante de la imagen arrumba a la palabra y el razonamiento bien fundado, a lo más que se llega es a tomar a Cervantes por señuelo turístico o para aparentar interés por él buscando grotescamente sus huesos. Sería preferible conocer y meditar su obra, y no sólo el Don Quijote, sobre todo la brillante y aguda segunda parte, sino, por ejemplo, Las novelas ejemplares. Quizá descubriríamos entonces que el patio de Monipodio aún perdura, si bien con decorados distintos. En cambio, cada año cierran más librerías. Si don José Antonio Sánchez hubiese estado aquí, seguramente la cita de Horacio no hubiese sido necesaria.
Como siempre, estimado Vicente, sus comentarios son acertados y reconfortantes. Si don José Antonio hubiese estado aquí…
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