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Alcázar de San Juan, Arcilloso, Bicicleta, Camino de los Siete Molinos, Campo, campo de criptana, Carril de Tribaldos, Colina, Fuente Amarguilla, Lluvia, Paseo, Pozo Pico, PUntales del Pico, Ruta, Tierra, Tribaldos, Villarredonda
Tiene a veces el que escribe ganas de contar sus andanzas por esos campos criptanenses, esos que abrazan a Criptana y lo acunan, sobre todo ahora, en primavera, como con un manto de terciopelo verde tan suave a la vista que dan ganas desde la lejanía de pasar la mano por encima para apreciar mejor su textura. Uno es también a veces caminante, aunque no siempre el camino se haga a pie, sino en bicicleta, que viene a ser caminar pero de otra manera, porque camino se hace, y de camino viene el verbo «caminar». Hacía mucho que el que escribe no hacía un paseo en bicicleta, pero, reconozcámoslo, en estos días de feraz primavera el campo y su paisaje nos ofrece todo lo mejor.
Y llega un día y uno toma su bicicleta y se va a hacer un paseo. ¿Por dónde? Pues por esos caminos criptanenses, o por esos caminos que son como los de Roma, que todos llevan a Criptana, se vaya uno por donde se vaya, tome uno la dirección que tome. Y en esta ocasión la dirección elegida fue la que va hacia el oeste, por esos caminos que surcan tierras rojas arcillosas que rodean a Criptana allá por donde se pone el sol. Rutas hay varias, y todas parten de la calle Alcázar, que cuando se llama así no es por capricho de quienes pusieron nombres a las calles criptanenses, sino porque de allí partía el camino a Alcázar antes de la era de las modernas carreteras. Eso le voy contando a Pilar sobre la marcha.
Allí tomamos el camino de los Siete Molinos, el que tradicionalmente ha sido el utilizado para ir de Campo de Criptana a Alcázar, o de Alcázar a Criptana, según desde donde se mire. Sube y baja y serpentea este camino entre colinas, y va avanzando entre verdes siembras hacia el oeste. Dejamos el paraje de la Fuente Amarguilla al sur, y seguimos. Algunas casas de campo agrupadas se ven por aquí y por allí, pero pocas, es cierto. Lo que sí hay son de vez en cuando pequeños montecillos, como el que surge un poco más allá en el camino. Para verlo mejor nos desviamos en el primer camino hacia el norte, una vez recorridos 1.180 metros desde las últimas casas de Criptana y dejando a un lado el paraje de Carril de Tribaldos.
Desde allí se puede contemplar en toda su plenitud el extenso valle de campos verdes que nos lleva la vista hasta Alcázar de San Juan, pero también la vista alcanza mucho más allá, y vemos, incluso, Herencia. La mirada al norte lo cambia todo. Hay pequeñas colinas, que no son sino las que se hallan al norte del Camino del Pico. Por allí queda el Pozo del Pico, uno de esos pozos históricos de Campo de Criptana, uno de esos pozos de siempre, de brocal de piedra con las huellas de siglos y siglos de sogas utilizadas para sacar el agua. Junto al camino nos espera ese pozo, y hay que acercarse a verlo, porque ya quedan pocos como él.
Continuamos el paseo. Dejamos al norte el Pozo Pico, y un poco más allá entramos de lleno en el paraje de Tribaldos y una vez recorridos 2.520 metros desde las últimas casas de Criptana cruzamos los límites de Alcázar de San Juan. Estamos en las tierras rojas, en esas que con cuatro gotas se convierten en un barro pegajoso, tan feraces, tan feraces, que parecería que las siembras que hay a ambos lados del camino fuesen a tragárselo.
Podríamos haber seguido el paseo, ya en término de Alcázar de San Juan. Podríamos haber llegado a los parajes de Villarredonda, o a los Puntales del Pico, pero nos hallaríamos ya en el kilómetro 4 de la CM-310 y, seamos sinceros, las carreteras hoy no nos interesan. Preferimos los caminos desde hace siglos trillados, aquellos que tantas y tantas generaciones recorrieron con sus carros y carretas. Ahora los recorremos nosotros… y también esa pequeña oruga que con toda la tranquilidad cruza de un lado a otro. Ella sabrá adónde va.
Podríamos haber seguido, pero comienzan a caer cuatro gotas primero, algo más de cuatro después, y, cuando ya nos damos cuenta, está lloviendo.
– Pilar, – le digo – es hora de dar la vuelta, de tomar el camino a Campo de Criptana, de volver a cruzar Tribaldos, de dejar al norte el Pozo del Pico y al sur el Carril de Tribaldos, y luego la Fuente Amarguilla. Nos estamos empapando.
Al poco ya estamos en la calle Alcázar… y sigue lloviendo, por fortuna… sigue lloviendo, esperemos que mucho y por mucho tiempo.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Altagracia dijo:
Es muy emotiva la entrada de hoy, y necesaria para la defensa y conservación de los viejos caminos que nos conectan con la naturaleza y que, en más ocasiones de las que imaginamos, son eliminados materialmente bajo las ruedas de potentes tractores.
José Manuel Cañas Reíllo dijo:
Toda la razón…
Galileo de La Mancha dijo:
Señor Cañas, le veo a usted transfigurado en un nuevo Don Quijote: recorriendo los caminos de la Mancha en busca de aventuras para desfacer agravios y enderezar entuertos.
Advierto que en esta tarea no le falta de nada: su sombrero, como un nuevo yelmo de Mambrino; ni su bicicleta que bien se asemeja a Rocinante por comer tan poco como lo hacía él. Deduzco, a falta de presentaciones, que también a entretenido el viaje con la conversación de un nuevo Sancho, espero que no le pida una ínsula.
Viéndole tan preparado no puedo más que recomendarle salir en días de sol y que si divisa en la lontananza una figuras blancas con largos brazos no se confunda que no son molinos sino turismo.
José Manuel Cañas Reíllo dijo:
Caros se venden sus comentarios, querido Galileo. Hacía tiempo que le echaba de menos por estos comentarios… mucho tiempo. Pero me alegro de verle de nuevo y sobre todo que haya sido en esta ocasión para hacer una exégesis tan particular de mi paseo campestre. ¿Ínsulas? ¿Quijotes?… No ya no, aunque siempre se puede quedar uno fuera del tiempo y del espacio, como si nada… buscando sus caminos. A lo mejor nos encontramos a Don Quijote… vaya usted a saber qué nos depara el destino por estas tierras.Todo es posible. Muchas gracias, Galileo.
Vicente Martínez-Santos dijo:
Es uno de los mejores artículos; late un cierto pálpito azoriniano. Magnífico cuadro pintado con palabras y exquisita sensibilidad que transmite la calma de un campo silente, apaible y, para el urbanita, apetecible. Simplemente: hermoso. Gracias por este regalo.
José Manuel Cañas Reíllo dijo:
Me alegra mucho su comentario, y que le haya gustado el artículo. No hice sino contar mi pequeño paseo por el campo, que aunque pequeño, es mucho para mí. Cualquier oportunidad de caminar la tierra, lejos del asfalto, es un privilegio, como también observar las inmensas planicies de La Mancha, interminables, casi diría que sin horizontes… ¿infinitas? Muchas gracias.
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