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Un paseo en bicicleta: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Un paseo en bicicleta: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Tiene a veces el que escribe ganas de contar sus andanzas por esos campos criptanenses, esos que abrazan a Criptana y lo acunan, sobre todo ahora, en primavera, como con un manto de terciopelo verde tan suave a la vista que dan ganas desde la lejanía de pasar la mano por encima para apreciar mejor su textura. Uno es también a veces caminante, aunque no siempre el camino se haga a pie, sino en bicicleta, que viene a ser caminar pero de otra manera, porque camino se hace, y de camino viene el verbo «caminar». Hacía mucho que el que escribe no hacía un paseo en bicicleta, pero, reconozcámoslo, en estos días de feraz primavera el campo y su paisaje nos ofrece todo lo mejor.

En el camino: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

En el camino: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Y llega un día y uno toma su bicicleta y se va a hacer un paseo. ¿Por dónde? Pues por esos caminos criptanenses, o por esos caminos que son como los de Roma, que todos llevan a Criptana, se vaya uno por donde se vaya, tome uno la dirección que tome. Y en esta ocasión la dirección elegida fue la que va hacia el oeste, por esos caminos que surcan tierras rojas arcillosas que rodean a Criptana allá por donde se pone el sol. Rutas hay varias, y todas parten de la calle Alcázar, que cuando se llama así no es por capricho de quienes pusieron nombres a las calles criptanenses, sino porque de allí partía el camino a Alcázar antes de la era de las modernas carreteras. Eso le voy contando a Pilar sobre la marcha.

En bicicleta: Foto de Pilar Moratalla Cañas (2016)

En bicicleta: Foto de Pilar Moratalla Cañas (2016)

Allí tomamos el camino de los Siete Molinos, el que tradicionalmente ha sido el utilizado para ir de Campo de Criptana a Alcázar, o de Alcázar a Criptana, según desde donde se mire. Sube y baja y serpentea este camino entre colinas, y va avanzando entre verdes siembras hacia el oeste. Dejamos el paraje de la Fuente Amarguilla al sur, y seguimos. Algunas casas de campo agrupadas se ven por aquí y por allí, pero pocas, es cierto. Lo que sí hay son de vez en cuando pequeños montecillos, como el que surge un poco más allá en el camino. Para verlo mejor nos desviamos en el primer camino hacia el norte, una vez recorridos 1.180 metros desde las últimas casas de Criptana y dejando a un lado el paraje de Carril de Tribaldos.

Desde allí se puede contemplar en toda su plenitud el extenso valle de campos verdes que nos lleva la vista hasta Alcázar de San Juan, pero también la vista alcanza mucho más allá, y vemos, incluso, Herencia. La mirada al norte lo cambia todo. Hay pequeñas colinas, que no son sino las que se hallan al norte del Camino del Pico. Por allí queda el Pozo del Pico, uno de esos pozos históricos de Campo de Criptana, uno de esos pozos de siempre, de brocal de piedra con las huellas de siglos y siglos de sogas utilizadas para sacar el agua. Junto al camino nos espera ese pozo, y hay que acercarse a verlo, porque ya quedan pocos como él.

Los campos: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Los campos: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Continuamos el paseo. Dejamos al norte el Pozo Pico, y un poco más allá entramos de lleno en el paraje de Tribaldos y una vez recorridos 2.520 metros desde las últimas casas de Criptana cruzamos los límites de Alcázar de San Juan. Estamos en las tierras rojas, en esas que con cuatro gotas se convierten en un barro pegajoso, tan feraces, tan feraces, que parecería que las siembras que hay a ambos lados del camino fuesen a tragárselo.

La oruga: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

La oruga: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Podríamos haber seguido el paseo, ya en término de Alcázar de San Juan. Podríamos haber llegado a los parajes de Villarredonda, o a los Puntales del Pico, pero nos hallaríamos ya en el kilómetro 4 de la CM-310 y, seamos sinceros, las carreteras hoy no nos interesan. Preferimos los caminos desde hace siglos trillados, aquellos que tantas y tantas generaciones recorrieron con sus carros y carretas. Ahora los recorremos nosotros… y también esa pequeña oruga que con toda la tranquilidad cruza de un lado a otro. Ella sabrá adónde va.

Podríamos haber seguido, pero comienzan a caer cuatro gotas primero, algo más de cuatro después, y, cuando ya nos damos cuenta, está lloviendo.

– Pilar, – le digo – es hora de dar la vuelta, de tomar el camino a Campo de Criptana, de volver a cruzar Tribaldos, de dejar al norte el Pozo del Pico y al sur el Carril de Tribaldos, y luego la Fuente Amarguilla. Nos estamos empapando.

Al poco ya estamos en la calle Alcázar… y sigue lloviendo, por fortuna… sigue lloviendo, esperemos que mucho y por mucho tiempo.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO