Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , , ,

No todo iban a ser noticias históricas, sucesos, tragedias, informes económicos o políticos, apellidos y nombres del pasado de Campo de Criptana. Tiene también Campo de Criptana sus historias pasionales, sus historias tórridas, calientes, muy calientes, sus historias celestinescas, quién sabe, si también su Romeo y Julieta, o sus «amantes» no de Teruel, sino de Criptana. Es cierto que no suelen aflorar en la prensa de otros tiempos, quizá por resquemor puritano o porque ciertas relaciones no estaban vistas en la sociedad de la época. Pero se dieron, y, como ocurre con la que ocupará el artículo de hoy, llegaron a la prensa. Eso sí, sin nombres ni apellidos, guardando convenientemente el anonimato de sus protagonistas. Encontramos una historia tal, por ejemplo, en el diario republicano La Autonomía, año VII, núm. 1602, del 15 de marzo del año 1900. Dice así a continuación de una nota sobre política:

Desde hace días se encontraba en Madrid una pareja amorosa procedente de Campo de Criptana (provincia de Ciudad Real).

La joven pertenece á una familia distinguida y se fugó con un sujeto casado. Este, al enterarse de que le perseguía la policía, ha puesto pies en polvorosa.

La muchacha fué anoche detenida en cierta casa de la calle de Rosales.

Por supuesto, lo malo de la circunstancia no era, en aquella época, la fuga de los dos amantes, sino el hecho de que él estuviese casado.

No se dicen los nombres del amado ni de la amada… Pero, lector, el que escribe… ¡Sabe quiénes fueron!, ella y él, él y ella, y por qué el amor surgió entre los dos, así como quien no quiere la cosa, como por azar del destino. Sin embargo, querido lector, como el que escribe es en grado extremo discreto y no tiene pretensión alguna de venir a enmendar la plana al anonimato que impuso el periódico, el que escribe no revelará el arcano secreto, no sea que vayan diciendo por ahí que uno trae y lleva, y lleva y trae, y que se mete uno en camisas de once varas. No insistas, lector. No revelaré el dato, pero quede ahí aquella fuga de amor, aquella historia pasional imposible digna de libreto de ópera pucciniana.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO