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En la Alcarria: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2010)

En la Alcarria: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2010)

Diríase que Campo de Criptana está en boca de todos, en todos los rincones de la historia, en todos los rincones de la geografía y en todos los rincones de la hemeroteca. Y también de la literatura. Vayas por donde vayas, lector, o caminante, como quieras, encontrarás el nombre de Campo de Criptana en muchos contextos, en muchas situaciones y en diversas circunstancias. Digo yo que a lo mejor Campo de Criptana es como Roma, que al final, al final, todos los caminos llevan a él y puede uno dar vueltas por el ancho mundo, todas las que quiera, que al final acaba en Campo de Criptana. Eso más o menos nos pasa aquí.

Hoy nos vamos por derroteros literarios, y nos fijamos en una obra de Camilo José Cela por la que el que escribe siente una gran predilección, porque cuenta la vida de los pueblos, esa cotidianeidad rutinaria, esos mediodías soleados en las calles desiertas… sólo rotos por esas oleadas de olor a cocido, o a judías con chorizo, a potaje en plena cocción, de esos inminentes almuerzos, que de vez en cuando inunda todos los rincones de la calle. Son las once de la mañana, quizá el momento más cotidiano del día, al menos para mí, pero no sabría decir por qué. La obra en que nos centramos hoy es el Viaje a la Alcarria, publicada en 1948, aunque hizo el caminante la ruta en 1946.

Seguimos en La Alcarria: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2010)

Seguimos en La Alcarria: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2010)

En el capítulo VII, «Del Tajo al arroyo de la Soledad», ya de noche, se halla el viajero en una posada de Budia, y allí se encuentra con un tal Martín. Y cenan juntos, y tomas copas juntos y hablan, como debe ser en estas circunstancias. Y en un momento dado, Martín va y le dice al caminante:

Y si llega usted al Campo de Criptana pregunte por el Herrerillo, dígale usted que va de parte mía, de parte de Martín, el del gobierno militar de Madrid; él ya sabe.

He aquí, pues, que también en el Viaje a la Alcarria aparece el Campo de Criptana. Lo raro habría sido, sin duda, que no hubiese aparecido. Del «Herrerillo» poco podemos decir. O mejor, dicho, nada podemos decir, pero quizá alguno de los lectores de este artículo haya oído hablar de él, o incluso lo conozca. Quizá vino por aquí un día don Camilo, y quizá le dio recuerdos de Martín, el del gobierno militar de Madrid; él ya sabe

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO