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El tren no trajo solo progreso, no trajo rapidez a un mundo de viajes lentos por caminos en mal estado, en diligencia, carro o galera, de viajes incómodos, de viajes sometidos al tórrido calor del verano y al frío del invierno, de la continua zozobra que producía el temor a encontrar, detrás de cualquier curva algo inesperado, algún asaltante, algún bandolero, o quizá también a lo mejor gente buena, que siempre la ha habido y siempre la habrá, aunque no se les vea tanto como a los malos y no escandalicen tanto. En esto los buenos son extraordinariamente discretos y silenciosos. El tren tuvo una consecuencia fundamental en el mundo del viaje: en la segunda mitad del siglo XIX ya encontramos lo que hoy llamamos turismo, con aquellos trenes que llevaban a los viajeros de Madrid a Alicante en busca del mar y de las playas, o llevaban a multitudes de aficionados a la Feria de Sevilla. Y también encontramos a muchos viajeros dispuestos a descubrir los diferentes rincones del país y a dar a conocer sus excelencias a todo aquel que estuviese dispuesto a leer sus cuadernos de bitácora. La mayor parte de los viajeros que vinieron por Campo de Criptana en busca de las huellas de Don Quijote llegaron en tren, Azorín, sin ir más lejos.
Otros vinieron de paso, pero algo de tiempo tuvieron para hablar de Campo de Criptana y de su entorno, aunque poco. Uno de ellos fue el periodista José Comas Galibern, autor de la Guía del viajero en España. Itinerario artístico y pintoresco por la Península Ibérica, Barcelona: Imprenta y Librería Religiosa y Científica del Heredero de D. Pablo Riera, 1881. Sale Campo de Criptana a relucir en varios pasajes, pero siempre como escala en el ferrocarril o en relación con éste.
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Criptana dista 156 kilómetros [de Madrid] y cuenta con 5.250 habitantes. Se ve una pequeña sierra donde hay 25 ó 26 molinos de viento que algunos han supuesto que son los mismos en que el ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha probó la fuerza de su brazo.
Y al paso nos habla de Záncara, es decir, de «Estación de Záncara», lugar del que nos dice que distaba 172 kilómetros de Madrid y, añade: «País mal sano, perjudicado por las calenturas», quizá, no sabemos muy bien la razón, por la proximidad del río.
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Volvemos a encontrar de Nuevo Campo de Criptana, en este caso en la tabla de estaciones, kilometrajes y precios de la línea de ferrocarril Madrid – Alicante. Da, para Campo de Criptana, como ya se ha dicho antes, 156 kilómetros de distancia de la capital. El precio del billete de tren de Madrid a Criptana era de 78 reales en 1ª, de 60’45 en 2ª, y de 37’05 en 3ª. Esto de «3ª» me lleva a recordar que en la estación de Castillejo-Añover, hoy estación casi fantasma, hasta hace poco se conservaban los carteles correspondientes a las tres salas de espera: de 1ª, de 2ª y de 3ª.
Aquí acabamos esta historia de hoy en la que de nuevo, como otras veces, la realidad y la ficción se mezclan, literatura e historia, molinos de Criptana y Don Quijote… en tren.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
es el mismo autor de Historia de un procesado?dedica un capitulo en esta guía a Gibraltar? saludos
Estimado José Antonio: No le puedo responder a estas dos preguntas. Hace ya bastante tiempo que escribí ese artículo y ahora no recuerdo los detalles del libro ni del autor.