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Con aquellos molinos de Don Quijote: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2013)
Se encuentra el que escribe de vez en cuando, recorriendo hemerotecas varias, fotografías antiguas de Campo de Criptana. Hay, sin duda, muchas más de lo que se podría suponer. No espere, en todo caso, el lector encontrar fotografías de sus calles, o de sus plazas, o de sus gentes… Encontrará el lector, fundamentalmente, vistas de sus molinos de viento, y de su sierra, y de su caserío blanco encabalgado en la pendiente, y de la torre de su vieja iglesia que compite siempre en altura con el horizonte. Eso encontrará el lector, y con eso tendrá de sobra para condensar el alma de Criptana.
Podríamos ceñirnos a incluir aquí aquellas viejas fotografías, y comentarlas. Traicionaríamos con ello, sin embargo, la ética de este blog en el que valen más mil palabras que una imagen, en el que vale más el viaje por la imaginación, en el que preferimos deslizarnos como sin darnos cuenta por la sepia de la fotografía hacia otros tiempos. No nos importa tanto cómo fue Criptana, sino cómo podemos evocarlo y cómo podemos recrearlo.

Imaginando Criptana: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2013)
Una de estas viejas fotografías se publicó en la revista barcelonesa Algo, año IX, núm. 403, del 1 de mayo de 1937, en el extenso artículo de Lorenzo Conde sobre Don Quijote de La Mancha (págs. 771-784). Encontramos la fotografía en la pág. 773. Aunque se publicó en 1937, se tomó tal fotografía, sin duda, antes, pues se puede vislumbrar la torre de la vieja iglesia parroquial íntegra, con toda su magnificencia, con todo su desafío a la llanura, con su insistencia en sobrepasar el horizonte, allá, al fondo, entre la blancura del caserío encabalgado en la sierra. Tres molinos aparecen en la fotografía, tres molinos con sus aspas completas, tres molinos con su color de entonces, que no era el blanco iluminado de ahora, sino el de la tierra con la que estaban construidos sus muros, el de la misma tierra de su sierra, el de la misma tierra que su horizonte infinito.
Molinos de viento de Campo de Criptana, donde imaginó Cervantes una de sus más bellas aventuras del caballero manchego.
Esto dice el pie de esa vieja fotografía en sepia, y en esto radica, seguramente, la razón por la que tantos y tantos viajeros a lo largo del tiempo han venido a Campo de Criptana. Porque en sus molinos, en su sierra, aquí mismo, imaginó Cervantes la aventura quijotesca, la más conocida, la más desigual, la más dolorida quizá de cuantas sufrió el caballero. Tiene el paisaje de Criptana algo de espejismo, igual que el sepia de la fotografía de antaño, quizá algo de intemporal o, mejor dicho, de inmortal. Quizá esto vienen buscando los viajeros a Campo de Criptana, esa indefinición entre realidad y mito, a ese caballero de ficción que luchó contra unos molinos que aún permanecen allí… esa evocación que sólo la sierra de los molinos puede ofrecer.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO