Etiquetas
Augusto Floriano Jaccaci, AVena, Campo, campo de criptana, Cerro de la Virgen, Cuaderno de bitácora, Don Quijote, Dulcinea, El Toboso, Encantador, Fonda, Maritornes, París, Santuario, Viajero

El cerro: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2012)
Llevamos unos días ocupándonos de la parada y fonda (nunca mejor dicho) en Campo de Criptana de uno de los viajeros más célebres que por La Mancha han pasado, no tanto porque disfrutase de una fama y renombre tales que las gentes de los pueblos diversos saliesen a las calles a vitorearle, o fuese recibido por las autoridades con la pompa y circunstancia con la que éstas acostumbran a recibir a quienes piensan que pueden ofrecerles un huequecito en ese sueño de fama eterna que se consigue, a la sombra del célebre, en una fotografía del momento. No fue por todo eso. Es cierto que Jaccaci, cuando vino a La Mancha ya era bien conocido en el mundo del arte en Estados Unidos; sin embargo, para la mayor parte de quienes se cruzaron en su camino era, sin duda, un personaje anónimo. Nosotros, la posteridad, se supone, lo conocemos sobre todo por el libro en el que recogió su cuaderno de bitácora quijotesco y manchego. Como en días anteriores, usaremos aquí la versión francesa de tal libro: Au Pays de Don Quichotte, París: Hachette 1901; aunque, es conveniente advertirlo, se había publicado antes en inglés en Nueva York y se publicaría catorce años después en versión española.
Pasó Jaccaci por Criptana y se albergó en una fonda. Y llegó el momento de partir, y tendría que ser la partida, sin duda, necesariamente para tal viaje quijotesco hacia El Toboso. Cómo fue el comienzo de aquel camino, ya fuera de Campo de Criptana, nos lo cuenta Jaccaci en el citado libro (pág. 156):
Nous suivons une très belle route pendant plus d’une heure et nous passons près du sanctuaire, perché sur une colline, où est exposée l’image miraculeuse de la patronne de Campo, Notre-Dame de Crijitano. Puis, marche à travers champs d’avoines, et, au bout de deux heures, arrivé dans la région dénudée, semée de rares bouquets d’arbres, où Don Quichotte eut sa plus lamentable aventure, sa premiere rencontre avec sa Dulcinée, changée par un maudit enchanteur en effroyable maritorne.

El cerro: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
Y he aquí nuestra traducción española:
Seguimos una ruta muy hermosa durante más de una hora y pasamos cerca del santuario, encaramado sobre una colina, donde se expone la imagen milagrosa de la patrona de Campo, Nuestra Señora de Crijitano (sic, por «Criptana»). Luego, marcha a través de campos de avena y, al cabo de dos horas, llegada a una región desnuda, sembrada de raros manojos de árboles, donde Don Quijote tuvo su más lamentable aventura, su primer encuentro con su Dulcinea, cambiada por un maldito encantador en espantosa «maritornes».
Tengamos ahora en cuenta los tiempos: Una hora tardó Jaccaci desde la salida del pueblo de Campo de Criptana hasta el santuario de su patrona y otras dos horas tardó en llegar a El Toboso. Tiempo había, sin duda, para disfrutar del paisaje y de los campos en los que, por cierto, no había ni hay solo avena. De cómo era la fonda en que se alojó en Campo de Criptana ya hablamos en otra ocasión: Posadas de Campo de Criptana: El testimonio de Augusto Floriano Jaccaci (1890).
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO