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Un final del camino: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2016)
No hay peor para el caminante que encontrar un obstáculo en el camino, o encontrar que el camino está cortado, por cualquier razón, sea natural, sea por la acción humana. No hay nada peor para un camino que no ir a ninguna parte, que quedar mutilado, inconcluso, quedar en mero callejón campestre, sin salida y con final en ninguna parte. La vocación natural del camino no es ésta, sino la de llevar al caminante a su destino. Un camino cortado fue punto del día en sesiones del ayuntamiento criptanense a finales de 1892. La cuestión se trató por primera vez en la sesión extraordinaria que el consistorio celebró el día 10 de diciembre de 1892 (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 16 de enero de 1893):
Que los peritos labradores informen acerca de la interrupción de un camino vecinal que va desde Criptana á Tomelloso.
Ahí quedó la cosa… por el momento. Pero el asunto se volvió a sacar en la sesión ordinaria del día 26 de diciembre, del siguiente modo:
Que se dirija orden á D. Pablo Torres, por conducto del Alcalde de Tomelloso, á fin de que en el preciso término de ocho días restituya el camino que dirije (sic) desde Criptana á Tomelloso por Resa, los Brazales y Casa Alta, al ser y estado que tenía antes de la interrupción, apercibido de que de no verificarlo así, se procederá á ejecutar la obra por cuenta y cargo del denunciante.

Hacia el sur: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)
Era, pues un incidente diplomático, puesto que el camino, al parecer, estaba en término criptanense pero quien lo había interrumpido era, suponemos, de Tomelloso y, sin duda, seria propietario de tierras en la zona.
Puede que el camino en cuestión el que parte hacia el sur del camino de Campo de Criptana a Argamasilla de Alba, una vez pasado el río Záncara por el Puente de San Benito y a 1.750 metros de éste, al poco dejar en la espalda la bifurcación que lleva a la Casa de Alarcón. Este camino enfila hacia el sur, deja a su derecha la Casa de los Cuartas Caídos y atraviesa al poco la Acequia de Socuéllamos o, como mejor se conoce por aquí con términos grandilocuentes a este discreto y tímido cauce que permanece casi siempre seco, el río Córcoles. Y continúa el camino hacia el sur, como disimulado en la planicie, y deja a la izquierda el paraje de la Casa de la Rosa y al poco encuentra la Casa de El Siete en el paraje del mismo nombre, El Siete. Y continúa el camino hacia Tomelloso, y queda a la izquierda el paraje de El Raso y a la derecha el de Castilla. Allí, no muy lejos para verla pero sí lo suficientemente lejos como para ir a pie está la Casa de Castilla.

Desde el sur: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)
Y más casas que salpican por aquí y por allí, como lanzadas a suertes, vemos desde el camino, la de Ropero y la de los Arrecíos a la izquierda, y la Casa de Eugeniete, al borde mismo del camino. Ya estamos en el paraje de Los Brazales y, presumiblemente, fue por allí donde alguien cortó el camino. Lector, el caminante está ya muy cerca de la Casa de Marta, a la que se llega por este camino continuando hacia el sur, y también de los Yermos de Montarroz, topónimo legendario como pocos, topónimo que evoca imágenes de historias tormentosas, épicas aventuras que, quizá nunca ocurrieron. Pero, como la imaginación es libre, a cada uno le evocan los topónimos lo que cada uno quiere y, en esto, el caminante es especialmente caprichoso y veleta.
Éste fue el camino que, al parecer, quedó de nuevo restituido a su original estado y aún hoy lo sigue estando, para solaz del caminante deseoso de disimularse entre los colores pardos de la llanura. Por cierto, en aquel tiempo el alcalde de Campo de Criptana era Pudenciano Villajos.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO