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Por la calle Convento: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2013)
No conviene ni es bueno para la memoria criptanense que se olvide que si hay en Campo de Criptana una calle que se llama «del Convento» es porque hubo, en efecto, en ella un convento, aunque de él hoy no quede más vestigio que la que fue su iglesia y ella no sea sino una ínfima parte de lo que aquel convento fue. Desaparecen los edificios, desaparecen las personas, pero quedan en la memoria y en el recuerdo de la vox populi los nombres, los topónimos y los antropónimos, porque ambos, quiérase o no, forman parte de la forja de la historia, del pasado y de nuestro presente, de lo que somos hoy.
Por ello, puede el caminante imaginar cada vez que pasee por aquella calle cómo pudo ser aquel convento en sus tiempos de mayor esplendor (véase: La fundación del convento de Carmelitas Descalzos de Campo de Criptana, 1597). Imagina el caminante las horas de recogimiento de sus frailes, sus lecturas en el refectorio a la hora de la comida, sus misas, sus maitines, sus himnos y salmodias… oye el caminante aún, los pasos de hace siglos por su inexistente claustro. Imagina el caminante muchas cosas. Imagina cómo pudo ser su huerta, cómo su biblioteca y sus libros en latín, algunos de los cuales sobrevivieron a la desamortización y acabaron en bibliotecas donde aún hoy se conservan (véase: Libros que fueron del Convento de Carmelitas Descalzos de Campo de Criptana en la Biblioteca de la Universidad Complutense). Imagina el caminante cómo eran sus celdas… en fin, cómo hacían su vida cotidiana aquellos carmelitas descalzos del convento de Campo de Criptana y recuerda que también allí hubo milagros (véanse: Un milagro carmelita de en Campo de Criptana, 1664; y Otro milagro carmelita en Campo de Criptana: La olla con agujero, 1664).

La iglesia del Convento: Foto de José Manuel Cañas Reílo (2014)
Puede además, el caminante, poner nombres y apellidos a algunos de aquellos frailes (véase: Pedro de la Epifanía: Escritor y fraile en el Convento de Carmelitas Descalzos de Campo de Criptana, siglo XVII; y Frailes carmelitas en Campo de Criptana: Fray Francisco de la Madre de Dios, siglo XVI). Ya lo hemos hecho en otros casos, y hoy volveremos a hacerlo, en este caso en la figura de fray Lorenzo de la Madre de Dios. De él nos ofrece una breve biografía en las páginas 43-44 el pequeño librito titulado Fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, insigne coautor de la reforma de Santa Teresa de Jesús, que no es sino el «Discurso leído ante la Real Academia de la Historia por el Excmo. Señor Marqués de San Juan de Piedras Albas en su recepción pública» (Madrid: Establecimiento tipográfico de Fortanet, impresor de la Academia de la Historia, 1918). Dice así:
Nació en Madrid el 15 de Agosto de 1570. Con Ambrosio de Morales, cronista de Felipe II, hizo sus primeros estudios en Puente del Arzobispo. Pensionado como Colegial del Rey en la Universidad Complutense, obtuvo con brillantes notas la Licenciatura en Artes. El 16 de febrero de 1588 recibió en Pastrana el hábito de Carmelita Descalzo, a los pocos días del ingreso de su hermano Pedro. Profesó con el nombre de Lorenzo de la Madre de Dios. En el Convento de Criptana, el 2 de Diciembre de 1645, víctima de un largo ataque perlético, dejó de existir. Se conserva en el archivo del Convento llamado de la Santa [scilicet Teresa] en Avila, un cuaderno suyo autógrafo, con este título: «La Vida y Sucesos / del P. Gracián / 1620».

Iglesia del Convento: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2012)
Una nota a pie de página tras «dejó de existir» nos aclara algunos aspectos más de su vida:
Cuando ya sacerdote salió del Noviciado, leyó Artes en Cogolludo, fué maestro de novicios en Daimiel y, sucesivamente, Lector de Teología en Manzanares y Baeza (1599), en Alcalá (1604), Rector de Coimbra (1611), Prior de Evora en 1612, Lector de Moral en Ocaña hasta 1623, que fué elegido Prior de Almodóvar. Pensaron hacerle Provincial, pero consiguió el descanso solicitado, retirándose al Convento de Criptana (Tomo XI, Crónica de la Reforma).
Se justifica su lugar aquí, en la biografía de Fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, por su parentesco con él, ya que era su hermano.
Aquí lo dejamos por hoy. Pero recuerda, caminante, recuerda, criptanense, cuando pases por aquella calle del Convento, mira, evoca, imagina, recrea… sueña que allí hubo en otro tiempo un convento del que ya no queda sino una ínfima parte de lo que fue, su iglesia. Pero hubo mucho más.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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