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La Sierra y los molinos: Óleo de JOsé Manuel Cañas Reíllo (2008)

La Sierra y los molinos: Óleo de JOsé Manuel Cañas Reíllo (2008)

Es artificio retórico comenzar un texto o un discurso con una pregunta… retórica, claro está. Y así, con una pregunta retórica, comienza Ángel Dotor su artículo titulado «El famoso lugar de los molinos de viento» que se publicó en la revista barcelonesa Algo, núm. 336, del 18 de enero de 1936, aquel que se ilustraba al comienzo con la fotografía, la ya famosa, la ya mítica, la ya casi utópica, la muy deseada, de Campo de Criptana de la que venimos varios días hablando. A lo mejor es que no era la ocasión; a lo mejor es que tampoco es ésta. No sabemos cuándo será, pero la foto se pondrá en su momento oportuno, pues la famosa fotografía tiene, como todo en esta vida, su momento y no conviene al hombre forzar ni torcer los designios del destino, inescrutable como siempre.

 

Volvamos a la pregunta retórica, que es tarde ya y no son horas de irse por las ramas, o de irse por los cerros de Úbeda. Veamos, pues, con qué pregunta retórica comienza Ángel Dotor su artículo… y es retórica, porque la respuesta es de sobra conocida:

¿Qué otro pasaje del libro de la Raza, el «Quijote» superará en intensidad de simbolismo y humana emoción a aquel famoso en que se describe la aventura del más ideal de los caballeros con los molinos de viento?

Y continúa Ángel Dotor:

He aquí la pregunta, siempre con respuesta negativa, que nos hemos formulado cuantas veces fuimos al maravilloso escenario de aquélla, la villa hidalga del Campo de Criptana.

Los molinos (vista parcial del cuadro "Panorámica de Criptana y de los molinos): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2009)

Los molinos (vista parcial del cuadro «Panorámica de Criptana y de los molinos): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2009)

Y, como Ángel Dotor dominaba los recursos retóricos, viene ahora el panegírico criptanense, o, mejor dicho, el panegírico a Criptana:

Pocos lugares tan íntimamente vinculados a la obra de Cervantes, y pocos también tan estupendamente pintorescos y evocadores, entre todos cuantos fueron elevados a la celebridad por el Genio y el Arte.

Hasta aquí llegamos hoy. Queda más artículo que comentar, mucho más, pero nos iremos ocupando de él en los días sucesivos, siempre con la fotografía, la «mítica», como hilo rojo. Todo lo tenía y lo tiene Campo de Criptana para evocar las aventureras andanzas de don Quijote. Hubo en otro tiempo quienes lo vieron claro, quienes dieron ese paso siempre atrevido de la ficción a la realidad. Ángel Dotor. Gregorio Prieto, quien tanto quiso a Campo de Criptana pero de Campo de de Criptana sólo recibió calabazas. Carlos Vázquez, fotógrafo, pintor… uno de cuyos cuadros, criptanense como pocos, estuvo muchos años (y quizá aún está, lo ignoro) en la criptanense Biblioteca Pública Municipal Alonso Quijano, dentro de lo que uno puede humildemente recordar… que no es mucho. Es curioso. Comenzábamos el artículo con una pregunta retórica y lo acabamos con otro artificio retórico, en este caso con una captatio benevolentiae, que, reconozcámoslo, ya al final del texto sirve para poco.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO

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