Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Nos ha traído a la mente lo publicado en los días anteriores, a saber, la detención y muerte de Pedro Torrija, alias «Alma negra», forajido que durante un tiempo fue la pesadilla de las provincias de Ciudad Real y Toledo allá por mediados del siglo XIX y que tenía carta de vecindad en Campo de Criptana… nos ha traído a la mente (retomo el hilo) otras historias ya escritas en este blog que tanto y tan bien nos ilustran sobre el ambiente de inseguridad que se vivía en La Mancha por aquellos tiempos. Así, por ejemplo, decía el periódico El Eco del Comercio, núm. del 31 de agosto de 1839, en una nota enviada desde La Solana, que toda la provincia  de Ciudad Real estaba «totalmente infestada de desastrosos asesinos» que correteaban por donde las placía, destruyendo, robando, violando y matando.

Recuerda en algo La Mancha de mediados del XIX al salvaje oeste que tan bien nos ha retratado el cine, salvando las distancias por supuesto y las diferencias esenciales que derivan de su diferente posición continental. Y, como en una buena película del oeste que se precie, también en La Mancha podían darse historias como las que vamos a ver hoy… historias de bandidos, forajidos, bandoleros, caminos peligrosos, diligencias, viajes llenos de aventuras (in malam e in bonam partem, que de todo hay) y hasta  Y no sólo en La Mancha, también en Campo de Criptana.

Fue quizá uno de los más sonados la extorsión que sufrió una criptanense allá por 1836, María Rita de Medrano y Treviño (véase: Crímenes en Campo de Criptana: La extorsión a María Rita Medrano, 1836). Sabemos lo ocurrido por la cumplida y detallada nota que sobre el suceso publicó el periódico El Español, del martes 23 de agosto de ese mismo año. Incluso aquí el calor del agosto estival manchego parece acompañar a lo angustioso de la situación. ¿Qué ocurrió? Pues ni más ni menos que unos forajidos enviaron una nota a María Rita exigiéndole que les enviase dos caballos con monturas y armas. De no hacerlo la amenazaban con quemarle la casa y degollar todo su ganado. Sin embargo, la guardia nacional de Campo de Criptana logró apresarlos haciéndose pasar también por forajidos. A uno lo capturaron vivo, al otro lo mataron… y se recuperó todo lo extorsionado. Añadamos que la guardia nacional supo allá por la llamada «Casa de Marotos» que los bandidos se encontraban en la casa de Poco-Pan.

Poco después, en 1839, tuvo lugar en las cercanías de Villajos otro robo. Lo contamos en su momento en el artículo titulado Un camino peligroso, unos asaltantes y un robo… cerca de Villajos (Campo de Criptana 1839). Como decíamos en el artículo de ayer, hacía hincapié el gobernador de la provincia en 1856 en la inseguridad de los caminos de la provincia y en el peligro que suponía echar un pie fuera de un pueblo para iniciar un viaje. Aún en aquel tiempo los bandidos recorrían a caballo con casi total impunidad las inmensas llanuras manchegas. Y no solo los campos, incluso en algunas ocasiones entraban en los pueblos, o llegaban a acercarse mucho a ellos, como ocurrió allá por mediados de noviembre de 1839. La noticia nos la ofrece El Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 20 de junio de 1849, diez años después de ocurrido el suceso. Se vio envuelto el suceso, sin embargo, en los hechos de la guerra civil que entonces asolaba algunas regiones de España. Según la publicación del Boletín, una partida de facciosos capitaneada por Pablo Sánchez, vecino de Quero al igual que sus acompañantes, asaltó y robó 950 reales de vellón al vecino de Alcázar de San Juan, Juan de Mata Carpio. Fue en el camino de Quintanar de la Orden a Alcázar, cerca de la ermita del Cristo de Villajos. Diez años después aún no se había recuperado lo robado… y quizá nunca se recuperó. Y por ello la víctima del robo buscaba una indemnización al haber tenido lugar el suceso en el transcurso de la guerra.

Aquí lo dejamos por hoy. Nos quedan muchos más sucesos que narrar, pero esto ya será cosa de mañana. La inseguridad del siglo XIX en La Mancha da para mucho.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO