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Hacíamos ayer un alto en el camino de esta serie para hacer un excurso necesario y conveniente sobre el esplendor y la decadencia de Estación de Río Záncara, pueblo en otro tiempo floreciente que hoy es pueblo fantasma. Era conveniente desviarnos temporalmente de nuestro camino porque, como ya dijimos, Estación de Río Záncara había sido etapa fundamental en la marcha de invierno del Frente de Juventudes en la madrugada del día 6 de febrero de 1955, cuestión a la que estamos dedicando esta serie.
Habíamos dejado en la cuarta entrega (véase: La marcha de invierno del Frente de Juventudes, Campo de Criptana 1955, IV: La acertada opinión del campesino y el camino en la noche) al grupo de criptanenses a mitad de camino entre Estación de Río Záncara y Pedro Muñoz. Continuamos la historia donde quedamos, según la crónica del acontecimiento que se publicó en el periódico Lanza del 18 de febrero de 1955.

Una bicicleta en el camino: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)
Imaginemos al grupo de criptanenses caminando, aún de noche, con destino a Pedro Muñoz. No llovía. Se estaba cumpliendo el pronóstico del campesino que, como toda la gente del campo, era excelente observador de los fenómenos del clima, y en estas cosas nunca se equivocaba. A lo mejor incluso pueden refutar con acierto las previsiones meteorológicas que, para estas tierras de La Mancha, suelen anunciar lluvia y luego, a decir verdad, poca suele caer. A lo mejor cuatro gotas.
Y en ese momento, en el camino, en la noche, sin lluvia, nos cuenta el cronista que dos luces se acercaban al grupo. Eran dos bicicletas. Pero ya comenzaba a aparecer la alborada. Y estaban muy cerca de Pedro Muñoz. Comenzaban los carros con destino a sus faenas agrícolas a salir del pueblo con destino a sus tierras. «Difuminados aún por la penumbra»… nos dice el cronista. También nos dice cómo la fue la reacción del grupo ante las luces de las bicicletas:
Deslumbrados como mariposas ante el candil….
En aquel momento se recordó una marcha similar que había tenido lugar en otoño. Y alguno de los componentes del grupo echó de menos las uvas que en aquella estación rebosaban los viñedos… pero no entonces, en pleno invierno.
Poco a poco el grupo se iba desplegando. Es lo que tiene hacer un camino tan largo a pie. Dice el cronista que se rompió la disciplina, y que surgieron los cantos. Unos un bolero, otros la Misa de Pío XII. Y se llegó a la entrada del pueblo. «A la orilla del pueblo», nos dice el cronista, expresión que nos gusta mucho y que es muy manchega. Hay otra que también es hermosa: «A la larga de…».
Pero… atención. ¡He aquí! Está amaneciendo. Dejamos el artículo en este punto. Mañana continuaremos, ya con el grupo en Pedro Muñoz.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO