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Los molinos desde la Sierra: Dibujo de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
No sé cuántas veces habremos hablado de la Ruta de Don Quijote en este blog. Y no sé cuántas veces, muchas, seguramente, hemos dicho que tal ruta es un camino iniciático, que no existe tal ruta en el espacio ni en el tiempo, porque la ficción es así… no respeta ni realidades geográficas ni temporales, y no importa tanto que los datos se adapten a la realidad como que sean parte de su argumento. Cuantos han intentado trazar una ruta del Quijote coherente a partir de las coordenadas que Cervantes va ofreciendo en su novela han fracasado. Pero han tenido éxito quienes han trazado su propia ruta con su contenido más espiritual y personal que real. Hay lugares, hay entornos quijotescos, pero, hay que reconocerlo, es muy difícil unirlos con una línea que no presente discontinuidades, que no presente inconsistencias, que pise con firme pie en la realidad.

Sierra y molinos de Criptana: Dibujo a tintas de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
Pero esto, que parece que hay que estar recordándolo continuamente, ya ha sido muchas veces reconocido por muchos. Nos vamos, como ejemplo a la traducción francesa de la novela Don Quijote de La Mancha de Xavier de Cardaillac y Jean Labarthe, publicada con el título L’ingénieux hidalgo Don Quichotte de la Manche par Miguel de Cervantes Saavedra en la ed. Édouard Privat, de Toulouse, en 1923-1927. Y nos vamos al capítulo 8 de la primera parte, que narra la simpar batalla de Don Quijote con los molinos de viento, y en particular, a su comienzo y, para ser más exactos a la nota 1, que en francés dice:
D’après une note que M. H. Gavel a bien voulu nous communiquer, Criptana est une petite localité de la Manche, sur la ligne de Madrid à Valence. De la station du chemin de fer, le voyageur qui se rend à Valence aperçoit, à gauche, à quelques centaines de mètres, sur un de ces côteaux de forme allongèe, appelés en espagnol lomas, un certain nombre de moulins à vent. D’après un meunier français les moulins à vent s’usent très peu et les pièces de leur mécanisme peuvent pour la plupart durer facilement trois siècles. Il se pourrait très bien que les pièces essentielles de ces moulins remontassent au temps même de Cervantes. L’écrivain espagnol Azorin, dans sa pittoresque Ruta de don Quijote, localise lui aussi à Criptana l’épisode des moulins à vent. Criptana, il est vrai, se trouve au-delà du Guadiana, en dehors du Campo de Montiel que traverse le chemin qui mène à Puerto Lapice, mais il serait absurde de vouloir astreindre la fantaisie de Cervantes à observer les rêgles de temps et de lieu.

Molino de Criptana: Acuarela de José Manuel Cañas Reíllo (2016)
Y ahora nuestra traducción al español:
Por una nota que M. H. Gavel ha tenido a bien de comunicarnos, Criptana en una pequeña localidad de La Mancha, sobre la línea (férrea) de Madrid a Valencia. En la estación del ferrocarril, el viajero que va a Valencia puede contemplar, a la izquierda, a algunos centenares de metros, sobre una de esas colinas de forma alargada, llamadas en español «lomas», un cierto número de molinos de viento. Según un molinero francés, los molinos de viento se usan muy poco y las piezas de su mecanismo pueden, en su mayor parte, durar fácilmente tres siglos. Bien podría ser que las piezas esenciales de estos molinos se remontasen al tiempo mismo de Cervantes. El escritor español Azorín, en su pintoresca Ruta de don Quijote, localiza, él también, en Criptana el episodio de los molinos de viento. Criptana, es cierto, se encuentra al otro lado del Guadiana, fuera del Campo de Montiel que atraviesa el camino que lleva a Puerto Lápice, pero sería absurdo pretender someter la fantasía de Cervantes a la observación de las reglas de tiempo y de lugar.

Los dos molinos: Dibujo de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
He aquí, pues, la visión que desde Francia, en aquellos felices y locos años veinte, se tenía de Campo de Criptana y de los molinos de viento. Que las piezas del mecanismo de un molino puedan durar siglos… de esto no cabe duda. Pero no lleva razón el molinero francés; puede que ya en esos años veinte hubiese comenzado la decadencia de los molinos de viento, pero en otros tiempos no es cierto, seguramente, que se usasen poco, sobre todo cuando su trabajo estaba vinculado a un producto tan básico y cotidiano como la harina.
Es llamativo que se haga referencia al testimonio de Azorín, pero hay que tener en cuenta que su Ruta del Quijote fue la primera de carácter literario que se hizo, la primera que intentó dar forma al periplo aventurero del Caballero de la triste figura. Por supuesto, no podemos estar de acuerdo con lo que se dice… «il serait absurde de vouloir astreindre la fantaisie de Cervantes à observer les rêgles de temps et de lieu», sería absurdo pretender someter la fantasía de Cervantes a la observación de las reglas del tiempo y del espacio». La ficción es así, libre e indomable, como la fantasía de un autor. Pretender buscar coordenadas que vinculen ficción con realidad, no deja de ser absurdo. No hay una ruta de Don Quijote; hay muchas, tantas como se quiera, porque, al final de todo, tal ruta no es sino un viaje iniciático y espiritual que cada uno debe definir por su cuenta, que cada uno debe realizar dejándose llevar por la imaginación, con el libro en las manos, con la lectura en los labios.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Imposible, en efecto, situar en el mapa los episodios quijotescos. Tampoo es eso lo importante. Lo principal es entender la lucha contra los molinos-gigantes como la metáfora perfecta del quijotismo. Si uno lee con atención la obra de Cervantes advertirá que, quizá desde ese capítulo de la primera parte, cambia el objetivo del autor. Al comienzo pretende ciertamente ridiculizar los libros de caballería y engarza hechos grotescos, pero bien pronto el tono jocoso se va tornando mucho más serio y profundo, especialmente en la segunda parte. Lo que quiero decir está en la segunda entrada del vocablo «quijote» en el DRAE: «Hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresada y comprometidamente en defensa de causas que considera justas, sin conseguirlo.» Aunque en realidad don Quijote si consigue algo significativo: quijotizar a Sancho. Claro que en el siglo XVII no existían las «redes sociales.»
Es de agradecer, además del texto de esta artículo, la reaparición de los colores, las tintas, los lápices del autor en tres admirables ilustraciones.
Como siempre, estimado Vicente, sus comentarios son enriquecedores y hacen llevar la reflexión más allá. Tiene toda la razón en todo lo que dice. Y, por supuesto, muchas gracias por la referencia a los dibujos. Ya tenía yo muchas ganas de volver a es normalidad de lo cotidiano que tanto ensalzo en mis artículos. De nuevo, como siempre: Muchísimas gracias.
Evidentemente, la ruta fue imaginaria, como gran parte de los hechos narrados en la novela, aunque Cervántes, gran conocedor de la Mancha por sus constantes viajes de la corte a Andalucía, situó de manera bastante aproximada cada aventura en los lugares mas verosímiles y reales, según el orden y la situación geográfica que requería cada acción de sus fantásticas aventuras.
Creo que trazar la ruta de Don Quijote a base de reloj, metro y calculadora, como algunos llamados investigadores han hecho en los últimos años, no deja de ser cuanto menos, igual de fantasioso que la propia novela, salvo que se pretenda otra cosa.