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campo de criptana, Corresponsal, Cronista, Discurso, Misionero, Multitud, Padre Rodríguez, Plaza del Caudillo, Plaza Mayor, Primavera, Santa Misión, Sermón, Testigo
Dejábamos ayer a los misioneros de la Santa Misión, encabezada por el Padre Eduardo Rodríguez, en la Plaza Mayor criptanense (entonces Plaza del Caudillo), un día de primavera de comienzos de mayo de 1950, ya al atardecer. Seguimos, pues, recordando lo que nos cuenta el periódico Lanza del día 9 de mayo de ese mismo año. Fue recibida la comitiva misionera por una gran multitud… nos dice el periódico, y se dirigieron a la plaza, y allí hubo un discurso, y luego el Padre Rodríguez hizo su sermón a los criptanenses.
Cuenta el corresponsal, que seguramente fue testigo presencial de los actos, que «la voz especialísima de este misionero sonó», y entonces la plaza, en la que había seis mil personas (según el corresponsal) «quedó hecha templo». Y entonces el corresponsal vuelve al pasado, y recuerda, al escuchar al Padre Rodríguez, otra misión que había tenido lugar en Campo de Criptana ocho años antes… y lo que sigue son excelencias retóricas del corresponsal en las que no vamos a entrar, porque no vendrían a cuento aquí. Nos interesan más, por supuesto, las imágenes de otros tiempos, las sensaciones del pasado… queremos revivir en la mente el Criptana de entonces.
El día siguiente, el 10 de mayo de 1950, Lanza continuó ofreciendo primicias sobre esta Santa Misión, con un extenso artículo titulado «El Padre Rodríguez sigue congregando las gentes en torno a Cristo» y con el subtítulo «Más de 8.000 personas de Criptana y alrededores asistieron a los actos». De nuevo el corresponsal que firma «C» sigue informando y de nuevo, como se puede deducir de su escrito, ha sido testigo presencial. Nos dice él mismo que escribió esa crónica por la mañana, pero él mismo duda de que su impresión vaya a ser objetiva:
Escribo esta crónica por la mañana. Difícil va a ser al cronista desprenderse en estos días de los sentimientos para poder captar fríamente la reacción de tantas personas como acuden al sermón de la noche o al Rosario de la Aurora.
Pero comienza ya el corresponsal su crónica, y recalca algo muy importante para él: La Santa Misión de Campo de Criptana no era un acontecimiento local, sino comarcal, pues atraía también a «fieles de los pueblos de alrededor».
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO