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Era ayer tema del artículo la necrológica de María Josefa Sánchez Alarcos y Sánchez Alarcos, que fue esposa del farmacéutico y músico Bernardo Gómez. Hoy será el tema la necrológica del sacerdote José Beamud y Quevedo.

Panorámica de Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Ambas se publicaron, como decíamos ayer, una junto a otra, en la misma página, en el periódico El Pueblo Manchego, núm. 263, año 1, del 24 de noviembre de 1911. Y junto a las dos había también una crónica sobre la visita del obispo a Campo de Criptana. Así, en total, Campo de Criptana ocupa una columna y media en una página del periódico. Así, en total, tres noticias de Campo de Criptana se publicaron a la vez. Hay que reconocer que el corresponsal del periódico en Campo de Criptana trabajaba lo suyo y se tomaba interés en su función como cronista de la vida cotidiana de la localidad, de sus noticias buenas, y también de las malas.

¡Cuánto reconocimiento debemos a este cronista! ¡Cuánto apreciamos sus crónicas! ¿Por qué? Porque nos aportan una visión fresca y viva de la vida criptanense de aquel tiempo, un panorama humano que difícilmente encontrará el lector, por ejemplo, en documentación de archivo. En esto, la hemeroteca siempre será más fresca, quizá porque es menos aséptica y también menos objetiva que la documentación de archivo. ¿Para qué querríamos tanta objetividad… o todo objetividad? Nos gusta este periódico que se estuvo publicando en Ciudad Real para cubrir todas las noticias de su provincia durante la década de los años diez del siglo XX. Y nos gustan las crónicas del corresponsal criptanense.

Y hora es ya de dejar a un lado los elogios y alabanzas a la labor del corresponsal criptanense para dar paso a la nota necrológica que se publicó en el número del periódico citado, aquel 24 de noviembre de 1911:

También ha fallecido el virtuosísimo sacerdote D. José Beamud y Quevedo, digno ministro del Señor que en su no corta vida enjugó muchas lágrimas derramando á manos llenas el bálsamo del consejo caritativo y desinteresado sobre corazones ansiosos de consuelos y dislacerados por el dolor.

Descanse en paz tan bueno y prudente sacerdote y sírvale á la familia de lenitivo á su pesar que el premio á sus virtudes debe haberlo recibido quien en su vida no supo más que hacer bien y ser el amparo de esas miserias más grandes que las económicas en crisis del sentimiento.

En esta nota, hay que reconocerlo, el corresponsal se ha dejado llevar por una gran carga emotivo-poética, y ha desplegado, por ello, sus recursos retóricos. A lo mejor es recargado en exceso este panegírico fúnebre, pero queda bien, y es lo que importa.

Epitafio de los presbíteros (vista parcial): Foto de José Manuel Cañas Reíllo 2013

Respecto a José Beamud y Quevedo, ya era presbítero en la Iglesia Criptanense allá por 1878, como decíamos en otra ocasión (véanse: La honorífica mención real, Campo de Criptana 1856, II: El clero; «Ecclesia Criptanensis»: El párroco, los presbíteros y el sacristán, Campo de Criptana 1878; y Sacerdotes en Campo de Criptana, 1832-1914). No sabemos si la última línea casi totalmente ilegible en la sepultura de los presbíteros del cementerio de Campo de Criptana, en la que sólo se puede leer «D. José» puede corresponder al epitafio, breve por necesidad, de este sacerdote, José Beamud y Quevedo (véase: Historias del cementerio de Campo de Criptana: La humilde sepultura de los presbíteros, 1873-1923). Puede que sí, puede que no. Pero es muy probable que sí… y que sus restos reposen allí hoy, ciento seis años después de su fallecimiento.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO

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