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De nuevo en la estación: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Inició un día de abril de 1904 un viajero su periplo en tren por media España. Y viajó desde Barcelona a Málaga, y pasó por La Mancha, y en Alcázar de San Juan, nudo ferroviario fundamental, hizo su transbordo de un tren procedente de Valencia a otro que se dirigía a Córdoba. Publicó el viajero, que firma como G. Briones, su aventura ferroviaria en el periódico La Época, núm. 19.374, año LVII, del miércoles 27 de Abril de 1904. Y se tituló su crónica «De Barcelona a Málaga», con el subtítulo «Cincuenta y tres horas de viaje», en los que cuenta su viaje en tren por Levante, La Mancha y por otras tierras de España.

Escribe su artículo, o su crónica de viaje, G. Briones desde Málaga, el 25 de abril de 1904. Cuenta que hacía ya cincuenta y tres horas que había salido de Barcelona. El recorrido de Barcelona a Málaga tenía sus intríngulis. Era necesario tomar en Barcelona el expreso de la línea de la litoral. De Valencia a Alcázar de San Juan se hacía el recorrido en un tren mixto; y desde Alcázar a Córdoba en otro mixto… y luego ya en expreso hasta Málaga. En total, cincuenta y tres horas de viaje necesitó el viajero para hacer tal recorrido.

¿Qué buscaba? Pues los paisajes, ni más ni menos. Hay viajeros y hay turistas, pero viajes, viajes de verdad, sólo los hacen los viajeros. Y éste, Briones, buscaba, como él nos dice, la «belleza y variedad de los paisajes». Todo ello compensaba las molestias del viaje. Y fue el viajero hablando con unos y con otros, y fue recabando datos sobre cada lugar por el que pasaba el tren.

Con los molinos al fondo: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Y lo que más nos interesa aquí es que, en esos días de primavera de 1904, el tren llegó a La Mancha, y pasó por Campo de Criptana. Y esto nos cuenta el viajero sobre sus impresiones de su paisaje:

La Mancha nos ofrece un contraste. Llueve, y en la inmensa llanura solitaria se destacan los molinos de viento del Campo de Criptana y las inmediaciones de Alcázar de San Juan. En la enorme planicie sólo se distinguen de vez en cuando las puntiagudas copas de los cipreses de algún cementerio.

Y la llanura: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Y nos habla también de las viñas y de su estado en esos días de primavera:

Las viñas manchegas están atrasadas si se las compara con las de la costa levantina; pero no ofrecen mal aspecto, y los labradores se prometen una buena cosecha.

Con el tren vino una nueva modalidad de viajeros a La Mancha, y eso había sido así ya desde mediados del siglo XIX. Son los viajeros fugaces, los que desde la ventanilla de un tren contemplan el pasar de los paisajes, de los pueblos, de los campos, de los caminos; a lo mejor contemplan también el pasar de la vida, que no es poco. Para muchos viajeros durante muchos años la visión de Campo de Criptana desde el tren fueron sus llanuras a un lado, y su loma con sus molinos al otro. Más o menos un año después de que Briones hiciera su paso ferroviario por Campo de Criptana, vino Azorín. Pero su viaje no fue fugaz. Al contrario, su viaje fue pausado, tranquilo… lo suficiente para vivir, aunque sólo fuese por unos pocos días, el Campo de Criptana de aquel tiempo.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO