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La Boveda hoy: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
Existe allá por los parajes criptanenses de Las Colinas un lugar llamado «Casa de la Bóveda». No es difícil llegar, pero tiene sus pequeñas dificultades. Tendrás que tomar, caminante, o viajero, la N-420 en dirección a Pedro Muñoz. Recorrerás un buen trecho, atravesarás la llanura de viñedos y frutales, y algún que otro trigal.
Puedes poner música en tu vehícula, por ejemplo la banda de sonora de Thelma & Louise, y a lo mejor así te sientes en una auténtica «road movie»…, que todo es posible. Part of me, Part of you, o Wild night, o I can’t untie you from me… cualquiera de sus canciones te bastará, con cualquiera de ellas te sentirás como en una «road movie» surcando estas interminables llanuras criptanenses.

La Casa de la Bóveda en día de lluvia: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (1992)
Y llegarás a un cruce de caminos, o de camino y carretera mejor dicho. Y tomarás el camino a la izquierda, y seguirás por él hacia el norte, pero no mucho.
Atravesarás primero el Camino viejo de Campo de Criptana a Pedro Muñoz, y te encontrarás a la izquierda los Paredazos de Alarcón.
Y seguirás hacia el norte, y a poco menos de un kilómetro de la carretera tendrás que tomar un discreto, casi imperceptible camino entre la tierra a la derecha, y seguirás por él. Encontrarás algunas curvas en el camino, encontrarás que éste se estropea por momentos, que cada vez la diferencia entre tierra y camino es menos clara. Allí al fondo verás La Casa de la Bóveda, o lo que queda de ella. Fueron éstas en otros tiempos tierras de Reíllos, pero hoy poco queda de los Reíllos por allí. Estás, caminante, o viajero, a unos 1.370 metros del límite entre Campo de Criptana y Pedro Muñoz.

Casa de la Bóveda II: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2002)
Hoy es una pura ruina el paraje, pero tuvo tiempos de esplendor, tiempos en que en periodos de vendimia se convertía en una pequeña «aldea» llena de vida, de día y de noche. Pero hoy va quedando poco en pie de aquel conjunto, más o menos la mitad de lo que hubo y, en algunos casos, hay edificios de los que ya no queda ni rastro. Al final, se han fundido con la tierra que les dio sustento durante tantos y tantos años.

La Bóveda: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2012)
He pintado muchos cuadros de aquel lugar. El primero fue en 1992. Lo pinté allí, en el campo, un día de otoño, y llovía. Lo recuerdo así aún. Entonces estaba el conjunto casi completamente intacto, aunque ya se comenzaban a ver algunos indicios de una futura ruina de algunos de sus edificios que no tardaría mucho en llegar. Luego he pintado muchos más y no sé por qué, quizá porque ese lugar tiene para el que escribe un sentido mucho más profundo que el de motivo paisajístico, o motivo para un cuadro. A lo mejor es que hay también algún que otro motivo sentimental, al pensar que los antepasados pasaron allí mucho tiempo, que dieron vida a aquellos muros ya tan ajados.

La ruina: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
Poco a poco he ido siendo testigo de la caída. Una vez al año volvía por allí, y cada vez la ruina progresaba. Ahora un tejado aparecía agujereado, luego caído, y luego venían los muros de tapial, hoy un muro, mañana otro, pasado todo por tierra. Y, sobresaliendo como huesos de un esqueleto, aparecían por aquí y por allá los maderos que sustentaron los tejados, y puertas que ya no tenían nada que proteger, y ventanas a las que ya nadie se podía asomar. También en los edificios, a la tierra lo que es de la tierra.
Y volveremos a Criptana, y de nuevo nos sentiremos como una en una «road movie» mientras nuestro vehículo surca desafiando al viento las llanuras criptanenses. Y de fondo… , de nuevo música de Thelma & Louise, pero nuestro vehículo volverá a Criptana, mientras el coche de la pelicula se lanzó, como todo cinéfilo bien sabrá, al precipicio… mientras la música seguía sonando de fondo…
Al final, después de todo, después de haber vuelto de nuevo a La Casa de la Bóveda, después de tanto tiempo se da uno cuenta de que, como cantaba Nancy Sinatra, no se puede vivir por siempre persiguiendo elusive dreams.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO