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Ayer, ante las puertas mismas de Criptana, nos preguntábamos qué hacer: ¿Continuar y entrar en el pueblo? ¿Dar un rodeo? Y como tantas y tantas vueltas dimos al asunto y no llegamos a una decisión convincente, decidimos tomar otro camino, el que nos llevó al pasado, pero no a uno muy lejano, que también podría haber sido, sino a uno más cercano, al año 1886, año en el que está datado la hoja del mapa del Instituto Geográfico Nacional que contiene el término de Campo de Criptana. Fue una buena solución, pero no es cuestión de acostumbrarse a estas divagaciones.
Volveremos a la realidad hoy, a la realidad del presente, pero también a la realidad del pasado. Continuaremos nuestro camino y llevaremos en una mano el mapa moderno del término de Campo de Criptana, y en la otra el de 1886. ¿Cuál en la derecha y cuál en la izquierda? No lo sabemos. No podemos contestar a tan sesuda cuestión y por ello la pasaremos por alto, de puntillas, y nos pondremos en marcha.
¿Hacia dónde? No lo sabemos. Miramos el mapa moderno, en una mano; miramos el antiguo, en la otra. Y vemos los grandes cambios en la geografía y en el proyecto urbanístico criptanense. En el de 1886 Campo de Criptana es una mancha roja con forma de avellana; en blanco están marcadas las calles. En aquel tiempo la mayor plaza de Campo de Criptana, y a lo mejor hoy también lo sigue siendo, es la del Pozohondo. En ese plano de 1886 se aprecia muy bien, mucho mejor que en los mapas actuales. En aquel tiempo una distancia separaba a Criptana de la línea férrea… un kilómetro poco más o menos. Se aprecia perfectamente el Camino de Campo de Criptana a Argamasilla de Alba, desde el mismo Tumbillo; cruza la línea férrea y sigue hacia el sur. Hoy es la calle Agustín de la Fuente. Entonces era todo campo, a un lado y al otro del camino. Otra vía de salida se aprecia en el mapa; sus líneas están punteadas, lo que indica que quizá estaba en proyecto. Era el camino que llevaba de Criptana a la Estación. Es el actual Paseo de la Estación. Ambos caminos corren paralelos en el mapa; ambos parten de El Tumbillo; ambos llegan a la línea férrea.
En torno a la Estación ya en aquel tiempo se estaba comenzando a configurar un nuevo barrio, una difusión industrial criptanense, separada de Criptana por campos. Allí estaban las Bodegas de Palmero y del Canónigo. El «Canónigo» era, sin duda, Ignacio de Artiñano y Orbegozo, canónigo de la Catedral de Burgos. Allí tenía bodega y allí tenía casa. Y allí murió el canónigo en 1903 mientras realizaba una visita vacacional a sus propiedades criptanenses (véanse: Más sobre la defunción del canónigo magistral de la Catedral de Burgos, Ignacio de Artiñano y Orbegozo, Campo de Criptana 1903; y La inesperada muerte de Ignacio de Artiñano, Campo de Criptana, 1903). Esta bodega estaba al norte de la línea férrea. Al sur estaban las bodegas del Marqués de Mudela y del Francés. En el lado de la Estación, un poco más allá en dirección hacia Alicante, había una casilla, una de tantas que había junto a la línea férrea en aquel tiempo. La casilla estaba en el kilómetro 156, y la Estación a medio camino entre el 155 y el 156. Otra casilla había pasado el kilómetro 157.
Hoy aquel incipiente barrio se ve crecido, al norte y al sur de la línea férrea. La Estación está arropada por bodegas, a un lado y al otro del ferrocarril. Su barrio se ha unido ya al casco urbano de Campo de Criptana. Ya no hay campos entre la Estación y El Tumbillo, gracias sobre todo a la urbanización del extenso paraje de Las Charcas. Viene a ser el Barrio de las Charlas en lo urbanístico, salvando las distancias, lo más parecido al barrio de Salamanca en Madrid. Es un barrio que se hizo de nuevas y está trazado con calles en forma de damero, a la griega. Entran unas ganas locas de ponerse a jugar al ajedrez sobre el mapa.
Un mapa actual de Campo de Criptana permite vislumbrar los diferentes periodos de expansión urbanística. El cogollo central, en torno a la Plaza Mayor, con la calle Concepción y la Calle Isaac Peral como límites al sur, es de calles más estrechas, de manzanas de formas que tienden al rectángulo, aunque de líneas irregulares, quebradas a veces. La expansión al sur, en forma de damero; al oeste, con la calle San Luis como eje principal, que intenta ser damero pero no lo consigue del todo, y al este, toda la prolongación con la Calle de la Virgen, ya en su último tramo, como eje. Se ha intentado la forma en damero, hay que reconocerlo, pero no se ha conseguido del todo. Pero también la imperfección de las líneas en el mapa tiene su encanto, y a lo mejor también tiene su misterio. Y, por fin, hay que tener en consideración el barrio situado en el «halda de la Sierra», el barrio que se adapta a las pendientes del terreno, el barrio de calles que suben y bajan con formas curvas caprichosas, el barrio de arquitecturas imposibles, a veces soñadas.
Al final, no hemos ido a ningún sitio en particular… al menos en el sentido físico. Nos hemos quedado en Criptana, nos hemos quedado en su geografía urbanística.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO