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El cerro desde lejos: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Después de un breve paréntesis de tres días en este cuaderno de bitácora que estamos escribiendo con paseos y excursiones reales y también irreales, realizados y no realizados, aunque sí potencialmente factibles en el futuro, volvemos hoy de nuevo a los caminos, a los parajes criptanenses, a recorrer historias y a contemplar paisajes en este ya incipiente otoño que más que otoño parece una prolongación estival, en la que tierras y caminos, y el cielo mismo, piden a gritos lluvia.

Recorriendo estos últimos paisajes norteños criptanenses que lindan con los términos de El Toboso y de Miguel Esteban, decíamos que algo nos observa impasible, nos sigue con la mirada desde la lejanía. Son las ruinas de Santa Ana, de El Toboso, y es también su soledad, y es también una evocación de otros tiempos y de otras gentes que decidieron construirla porque sus razones tendrían para ello, y de otras gentes que decidieron abandonarla a su suerte. También sus razones tendrían para ello.

Sin embargo, en el término de Criptana hay una atalaya visible desde muchos kilómetros. Ella sí que observa al caminante, y al viajero, vaya a donde vaya. Ya sea por Las Colinas, ya casi junto a los límites con Pedro Muñoz, en el paraje de Miradores, en el Camino de la Mota… en la Vertiente del Salobral…, desde todas partes es visible el cerro de la Virgen de Criptana, y realmente él se lleva el protagonismo del paisaje criptanense.

Desde otra vista: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Y no solo es el cerro, es también el blanco de la ermita, y es también el blanco de los edificios anejos, y es también la muralla que rodea al conjunto en forma de cintura. No es raro que sea el cerro de Criptana la verdadera atalaya, por sus blancos en lo más alto y también por su altura real. Tiene el cerro una altura de 757 metros sobre el nivel del mar, lo que es mucho para el entorno. Sólo le superan en las cercanías la sierra de los molinos criptanenses, que en algún punto alcanza un metro más sobre el nivel el mar, es decir, 758, y ya en tierras más adentro, los 768, y un lugar situado entre el cerro de la Virgen y Campo de Criptana, en La Veredilla, cerca de la Casa del Real, donde se alcanzan 780 metros sobre el nivel del mar. Es éste último uno de los lugares más elevados del término criptanense.

Realmente casi todas las tierras situadas al norte de la N-420 están por encima de los 700 metros, y las situadas al sur, casi todas, por debajo, con pequeñas excepciones que corresponden, precisamente, a lugares situados en las proximidades del cerro, como el montecillo que encontramos en el paraje de la Granja de la Virgen, casi enfrente de la ermita, al sur de la N-420, que tiene 724 metros sobre el nivel del mar.

Tan blanco: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)

Compárense todas estas alturas con las que encontramos, por ejemplo, en las proximidades del río Záncara, aún en término criptanense. A 638 metros sobre el nivel del mar se encuentran las tierras al este de la Casa de la Puente, a 636 las de los Prados del Záncara, a 635 las del Vado de Savín, poco antes de la confluencia del río Záncara con la Acequia de Socuéllamos, o los 644 a que se encuentra el lugar del puente de la carretera de Campo de Criptana a Arenales de San Gregorio sobre el río Záncara.

Las tierras criptanenses descienden conforme vamos hacia el sur, y por ello el cerro de Criptana es visible, junto a su gemelo, el de los molinos, vayas a donde vayas. Siempre te miran, no te apartan los ojos de encima, te siguen fijamente.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO