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Nos adentramos hoy en la secuela, o en las secuelas, de la serie que dedicábamos hasta hace unos días a esos criptanenses cuyos nombres, por un azar del destino, salieron un día designados por la suerte para formar parte de jurados. Los nombres se publicaron en dos listados, uno de cabezas de familia y otro de capacidades, en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del miércoles 14 de agosto de 1889.

Ya dimos en su momento los nombres de los criptanenses elegidos para forma parte de jurados, y también sus apellidos, y sus profesiones y sus edades. Pero hoy seguiremos otro camino o, mejor dicho, otros caminos, e iremos en pos del cartero, supuesto cartero, o carteros, desconocidos carteros, que les hicieron llegar las notificaciones de parte de la Audiencia Provincial de Ciudad Real. Fue aquel verano de 1889 y nos situamos en un Campo de Criptana de vida plácida y silenciosa, de calles tranquilas bajo el sol estival, de criptanenses, cada uno metido en su afán. Y seguimos, desde lejos, los pasos de los carteros. ¿Adónde se encaminan? Pues, sin dudarlo, a las casas de los criptanenses que tendrían que formar parte de los jurados. Comenzábamos el listado en su momento por la lista de cabezas de familia; comenzaremos hoy este paseo de la mano de un cartero, o de unos carteros, un día de verano de 189, por el listado de capacidades y, en otros casos, por el listado común, pues nos será mucho más fácil localizar sus direcciones. Nos centraremos hoy en los nombres a los que hacíamos referencia en el artículo Los designios del azar… y los jurados criptanenses (Campo de Criptana 1889) (IV). Nos vamos para ello al listado de contribuyentes electores de Campo de Criptana que se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de ciudad Real del 9 de enero de 1890.

Veamos, pues, adónde se dirige nuestro cartero. Se encamina hacia la Plaza Mayor. Va al número 7, casa del conde de las Cabezuelas. Allí vivía en aquel tiempo Juan Baíllo Marañón, abogado. Y ya que estamos en la Plaza ahorremos tiempo. Vamos con el cartero al número 10, a la casa de Antonio Gullón Rodríguez, quien pagaba su contribución (150 pesetas) por industrial.

Y vamos ahora hacia la actual calle Santa Ana, entonces calle Iglesia, pero antes haremos un alto en la calle Tiendas, nombre de entonces del actual tramo de la calle Murcia más próximo a la Plaza Mayor. En el número 9 vivía Santiago Casero y Magnes, propietario bien acomodado, que pagaba una contribución de 485’33 pesetas. Y en la calle de más allá, Iglesia, en su número 19, encontramos a Bernardo Gómez, farmacéutico y músico. A lo mejor cuando el cartero llegó a su casa, en la calle Iglesia (actual Santa Ana), número 19, estaba en plena faena, allí, componiendo alguna mazurka que hacía ya tiempo que resonaba en su cabeza. A lo mejor, vayamos más lejos… a lo mejor estaba componiendo Limiñana, y esto son palabras mayores. Una interrupción en esas circunstancias no está bien. Ahora llega el cartero para entregar una notificación… ¿qué será? Pues nada menos que de la Audiencia Provincial. ¡Que cosas!

Allí queda cerca la calle de la Fuente, actual del Caño en su tramo superior; el inferior, hasta la plaza, tenía por nombre de la Cruz Verde. En su número 3 estaba la casa de Fortunato López-Pintor Caballero, cuyo nombre en el listado aparece como «Fructuoso». Tomemos ahora otro rumbo en el callejero criptanense. Bajamos con el cartero por la calle de la Cruz Verde, actual calle del Caño. La mole arquitectónica de la iglesia parroquial queda allí, al fondo; es como si se tragase la calle. Y de allí iremos a la calle Soledad, calle que todavía mantiene su nombre… de las pocas que no lo ha cambiado en tanto tiempo. Vamos al número 5, a la casa del farmacéutico Carlos Longoria y Angulo. Otro farmacéutico. El otro era Bernardo Gómez. Y ya que estamos allí bueno será que vayamos hacia actual calle Cardenal Monescillo. Y lo haremos por la calle Alconchel, como en aquel tiempo se llamaba el último tramo, el superior, de la calle Torrecilla. En aquel tiempo el tramo de la actual Cardenal Monescillo entre la plaza y la calle Torrecilla se llamaba Herriega. Y desde la Torrecilla hacia la calle Alcázar, se llamaba Tardía. Allí, en su número 2, deja el cartero la documentación para Juan José Granero y Angulo.

Se va haciendo tarde. La cotidianeidad matutina se va acercando al mediodía, y el sol está en lo más alto. Es verano, y el blanco de las calles criptanenses refulge como luz cegadora. Hay que tomar el camino inverso. De la calle Tardía seguimos por Herriega y llegamos a la Plaza Mayor. Nos paramos ante el edificio del Pósito, y observamos, tranquilos, los juegos de luces y sombras en sus escudos, y observamos sus piedras centenarias. Y el cartero nos mete prisa. Se hace tarde. Nos faltan tres cartas por entregar. Tomamos la calle Tercia, entre la casa del Conde de las Cabezuelas y el Pósito… y parece que entramos en otro tiempo y en otra dimensión. Y seguimos. Nos dirigimos a la calle Huertas, como en aquel tiempo se llamaba la actual Reina Cristina. Vamos al número 1. Allí vive Santiago Millán Bustamante. Otra carta para él.

Va quedando poco. Ya casi están todos los jurados, pero faltan dos. Por fortuna los dos están en la misma calle, uno cerca del otro. Seguimos por la calle Huertas hasta la actual calle Castillo. Subimos por ella, hasta la actual Virgen de Criptana. La calle Castillo era entonces el límite entre dos calles de diferentes nombres: al oeste, hasta la calle Tercia, era la calle de Magnes; al este, la calle Empedrada. Y sus números 7 y 17 son nuestros destinos. La primera carta es para Juan Vicente Casero y Magnes, así aparece en el listado de jurados, quizá mejor Francisco Vicente Casero y Magnes, que pagaba una gran contribución en su tiempo, 742,47 pesetas. Y en el 17 la carta es para José Antonio Herencia Gómez.

Y ya se ha acabado la tarea. A lo mejor ya es mediodía, y hace calor. A lo mejor viene bien un chato. Todas las cartas se han entregado. El cartero solo ha llamado una vez.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO