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El caserío en la llanura: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2016)
Imaginemos el Arenales de la Moscarda (hoy de San Gregorio) en uno de aquellos días fríos, días ya de invierno, días lluviosos seguro, días grises, de finales de noviembre de uno de aquellos viejos años en sepia, tal como 1911. Imaginemos sus casas, imaginemos sus huertas… y sus paisajes… el caserío diseminado en la llanura salpicado por aquí y por allá de pequeñas arboledas. Uno de aquellos días Arenales recibió la visita, ilustre y episcopal, del prelado de Ciudad Real. Veíamos ayer el preámbulo a tal visita que nos hacía el corresponsal criptanense en su crónica del acontecimiento que se publicó en el periódico El Pueblo Manchego del 1 de diciembre de 1911. Y como siempre y como acostumbra, nos transmite el corresponsal una imagen viva y colorista de lo allí ocurrido. Veamos, pues, cómo fue la llegada del obispo a Arenales y cómo fue recibido.
Llegó el obispo a las 10 de la mañana e iba acompañado del Presidente de la Diputación Provincial, del cura arcipreste del partido y de su mayordomo y secretario de visita. Nos dice el corresponsal que el recibimiento fue masivo:
… el pueblo en masa acudió á recibir á su pastor vitoreándole y demostrándole con pruebas inequívocas su agradecimiento.
Y no podía ser de otra manera, porque, tal y como nos dice la crónica, era la primera vez que Arenales recibía en visita oficial a un obispo de la Iglesia. Y ya, al poco, comenzaron los actos, tal y como se describe en el periódico:
El Sr. Obispo agradece en frase galana y sencilla las señales de júbilo que le daban sus diocesanos y como fuera imposible la administración del Sacramento de la Confirmación en el Templo, que dicho sea de paso, no lo parece, se procedió en pleno campo y bajo la bóveda más hermosa que concibiera arquitecto, iluminada por la más potente lámpara del universo mundo, á la Confirmación de 242 niños y adultos que en la feligresía se hallaban sin el Sacramento.

Mirando al pasado: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
Ésta es una prueba más de esa tendencia de nuestro corresponsal, que tantas veces hemos apuntado, a la recreación literaria que, de vez en cuando, tiñe sus escritos. Y así, entre periodismo, crónica social y literatura, iba poco a poco desde su escritorio de su casa en Campo de Criptana este corresponsal mientras tejía sus escritos con hilos de aquí y de allí, de sus notas, de sus recuerdos y de sus evocaciones.
Lamenta el corresponsal (y es, en efecto, de lamentar) que ningún fotógrafo hubiese estado presente para inmortalizar el acontecimiento en sepia:
… lástima que el objetivo inquieto de un hábil fotógrafo no hubiera sorprendido la escena encantadora cuando el Prelado con sus vestiduras y atributos episcopales bendecía la muchedumbre prostrada de rodillas, hubiera sido una nota de calor muy simpática y un recuerdo muy agradable de esta visita.
No tenemos fotografía, pero tenemos imaginación, tenemos la evocación, tenemos mucho con lo que cada uno poder ir tejiendo su propio, personal e inmenso tapiz del pasado.
Lo dejamos aquí por hoy. Un último comentario nos quedaría por hacer. Se refiere al corresponsal al objetivo del hábil fotógrafo como «inquieto». A lo mejor no estuvo muy acertado, pues una cámara inquieta daba, en aquel tiempo, una imagen desenfocada… y una imagen desenfocada del pasado nunca es buena. Seguiremos mañana con más cosas, pues aún nos queda mucha materia que tratar y que contar.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO