Etiquetas
Caminante, Camino, Camino al Batán, Camino al Molinillo, Camino de Argamasilla de Alba a El Toboso, campo de criptana, Carreta, Carretera de Campo de Criptana a Arenales de San Gregorio, CR-1222, Diligencia, El Molinillo, Ferrocarfril, Ferrocarril, Madrid, Puente, Río, Tren, Vado del Molinillo, Záncara

Paisaje: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
Vuelve al final de todo el caminante a su rumbo inicial. Retoma otra vez el camino de Argamasilla de Alba a El Toboso, en dirección sur, y así, como quien no quiere la cosa, se planta ya ante el ferrocarril. Es difícil hoy imaginar cómo fueron en otros tiempos, no muy lejanos, los paisajes criptanenses antes de que llegara el ferrocarril, es decir, hace nada en ese reloj casi infinito del tiempo. Fue en 1855. Ese año circuló el primer tren por las llanuras criptanenses, pero antes de eso la vida era más lenta, más pausada, cotidiana de verdad, tiempos de viajes por caminos y carretas, o trayectos a Madrid en diligencia, horas y horas de camino. El tren acabó con todo aquello y puso a Campo de Criptana a pocas horas de Madrid, y a pocas horas de Alicante. Digámoslo de otro modo… el tren puso a Campo de Criptana más cerca del resto del mundo.

Desde el puente:Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2015)
El caminante se pone en marcha y se dispone a cruzar el ferrocarril. Lo hará por el puente, como se debe hacer. Mira el pavimento el caminante, y ve que hay muchos baches, a lo mejor demasiados para un camino de tanto trajín. El puente está, como ya se dijo en otra ocasión, entre los kilómetros 163 y 164, más cerca de éste que del primero. Vuelve la vista a todos lados el caminante y observa el paisaje, esa infinita llanura desbordada, casi borracha, de viñedos… allá hacia donde mire… al norte, al sur, al este o al oeste. Hay que reconocer que la vista no se cansa de mirar, que a lo mejor es en esos momentos cuando, por poco, casi se puede tocar la eternidad, cuando uno no es capaz de pensar que un día amanecerá… y uno no estará allí para verlo.
Se pone el caminante a descender la subida del puente. Y aún desde arriba ve varios caminos que cruzan el suyo, varias opciones, varias alternativas a su rumbo establecido. Ve primero el camino de Campo de Criptana al Batán; más allá ve el camino al Molinillo, y un poco más lejos, no mucho, el camino de la Dehesa de Melgarejo, el que, con el tiempo sería la CR-1222, carretera de Campo de Criptana a Arenales de San Gregorio. Todos los ríos van a parar al mar, y todos los caminos de estos lares van al río, al Záncara. Hoy está seco, pero en otros tiempos fue todo un señor río, un río como Díos quiere y manda, un río con cauce hermoso y resultón, un río de corriente cristalina y cantarina, río, incluso, a lo mejor de peces y ranas… río en fin. Lo que vemos hoy es un desastre.

En el río: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)
Vemos un río seco, un cauce árido y arrasado. Pero no lo vio así el caminante en 1886, cuando todavía este río tenía vida y aún faltaba mucho para que dejara de tenerla. Todos los caminos van al río, y en el río todos tienen sus destinos… el del Batán al Molino del Batán, y el del Molinillo a la casa llamada del Molinillo, cada camino a su destino, y cada oveja con su pareja,, como es debido. Pero ahí no queda todo, porque hay otro Molinillo, además del del camino y además del de la casa junto al río… ¡hay un Vado del Molinillo! A lo mejor se anima el caminante y toma ese destino. Tiene ya ganas de ver el río, y tiene ganas, muchas ganas, de averiguar si con estas lluvias ya tiene agua… si la vida ha vuelto.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REILLO