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Desde el cielo se asemejan estas tierras por las que anda el caminante estos días a un cuadro de Tapies. Tienen algo de irreal, algo de caprichoso, algo en lo que naturaleza aún sigue mandando, a pesar de los intentos de ser humano por doblegarla. Manda la naturaleza en los ciclos, manda también en el relieve, y manda en la tierra, y eso no es poco. Se quedaba ayer el caminante en el paraje de El Empalmado, es decir, ya en los últimos confines del término criptanense. De seguir un poco más hacia el sur, entraría ya el caminante el término de Tomelloso. Así es ahora, pero no lo era a comienzos del siglo XIX, cuando las tierras del término criptanense llegaban al mismo Tomelloso, e incluso un barrio suyo, El Altillo, dependía de Campo de Criptana y allí pagaba sus impuestos. Pero esto es hace mucho. Hoy la frontera entre ambos términos se encuentra, más o menos, a la altura del kilómetro 123 de la CM-400, entre el paraje criptanense de Casa del Cojito y el tomellosero de Loma de Mañas.

Piense el caminante cuán alargado es el término criptanense hacia el sur, que llega a tocar al mismo Tomelloso, y mida la distancia, que saldrá más larga que un día sin pan. Seguro. Desde el límite con Tomelloso a esta altura dicha, el kilómetro 123 de la CM-400 hasta la misma Plaza Mayor criptanense, hay, en línea recta 25 kilómetros y poco más de 650 metros. Es ahora cuando el caminante se detiene y piensa, cuánto camino ha recorrido ya desde que salió de su destino, hace ya muchos días, en el paraje de La Cañamona. A lo mejor esto es una vuelta a Criptana en 80 días y al caminante le entra complejo de Phileas Fogg. Y entonces echa de menos su Jean Passepartout, y tiene que ponerse a buscar, pues no hay Fogg sin Passepartout como no hay Quijote sin Sancho.

Contempla desde aquel lugar el caminante Tomelloso y recuerda a su personaje preferido en las novelas de Francisco García Pavón, el detective Plinio, y sus casos mas difíciles, siempre resueltos con imaginación y diligencia. Se las ha leído casi todas el caminante… El reinado de Witiza, El rapto de las Sabinas, Las hermanas Coloradas y otras muchas. Se las volverá a leer algún día.

A lo mejor es hora de virar, y de subir de nuevo hacia Criptana. «¿Por dónde?», piensa el caminante. Está junto a una acequia. Cruza en sentido suroeste-noreste el término de Campo de Criptana, poco antes de llegar al limite con Tomelloso. Se decide el caminante a ir junto a ella, hacia el suroeste. Por allí, seguramente, encontrará un camino por el que regresar a Criptana. Pasa por el paraje de la Casa del Cojito, y sigue. Deja a su izquierda el paraje de Hoya de la Ruda, y a la derecha el de Las Majadas. Un poco más allá está el lugar de Casa de Quirós, y esto nos sigue mostrando que seguimos todavía en predios criptanenses.

Varios caminos siguen la dirección norte-sur, o sur-norte, mírese como se desee, en esta zona. Encontramos uno de nombre rimbombante, como de tiempos medievales. Viene de un puentecillo que hay sobre el Canal del Guadiana por el que pasa el Camino del Cuervo, y de él parte. Es el Camino de los Hitos de Castilla, que pierde su nombre cuando se une a otro de los caminos radiales de la zona, el de Lanzarote, que va a parar al mismo Tomelloso. Y hay otro camino más, más serpenteante que los anteriores. Es el Camino de Alcázar de San Juan a Tomelloso, a lo mejor indirectamente inspiración de la actual CM-400.

Tendrá que tomar una decisión el caminante, pero ahora se detiene y se sienta bajo la sombra de un árbol. De su morral saca su refrigerio, y allí se toma su copa de champán de las doce, que hace cien años habría sido, sin dudarlo, «Champán Benezet». Se agradece y mucho a esa hora. Mañana será otro día.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO