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En la Casa del Tejado está el caminante ya cerca de Alameda de Cervera. Alameda está en término de Alcázar de San Juan, muy cerca del límite con Campo de Criptana. Dista de éste solo un kilómetro y pocos metros. En otros tiempos, no hace mucho, pasaba justo por el centro de Alameda la CM-400, cuando era carretera convencional, de dos direcciones, como eran antes casi todas. Hoy la carretera convertida en autovía rodea Alameda, pero la carretera vieja sigue ahí. Se ve Alameda de Cervera como un vergel en medio de la llanura, como un jardín en plena Mancha. Tiene su río, el Canal del Guadiana que, aunque ahora está seco, cuando tiene agua es todo un primor. Tiene sus arboledas Alameda, tiene también un conjunto recoleto de casas. Y tiene su propios barrios extramuros, si se puede uno expresar en estos términos sobre un casco urbano que nunca tuvo muralla. Pero para esta ocasión nos sirve y nos resulta muy ilustrativa tal expresión. Y son barrios viejos, pues ya aparecen en el mapa del Instituto Geográfico Nacional de 1886.
Seguirá el río su trayecto hacia el oeste, buscando el mar infinito, que es lo que hacen o deben hacer todos los ríos. Y al poco de dejar la Alameda se encuentra un puente, Puente del Rey, pone en el mapa de 1886. Y muy cerca uno de estos barrios extramuros, Casas de Párraga. Y más allá todo evoca tiempos de molinos y batanes. Y allí estaba, en el río mismo, la Casa de los Bataneros, y un poco más allá las Casas de los Molinos. Todo, todo evoca tiempos de cauces rebosantes de agua, todo nos evoca un tiempo que quizá ya no vuelva, un tiempo en que se creía que el agua era un bien inagotable y que se podía explotar sin límites. Se ha visto claramente que no es así. Allí siguen aún hoy las Casas de Parrága, y las Casas de los Molinos, y las Casas de los Bataneros, pero ya no están junto al río, porque el río ya no tiene su cauce de siempre; han quedado un poco retirados del nuevo canal, como desprovistos de sentido.
Vuelve a mirar de nuevo el viejo mapa el caminante. Y encuentra algo curioso, algo que hoy quizá si se pueda descubrir aún en el paisaje, pero no en los mapas modernos. Allí donde el Canal del Guadiana hace su curva y cambia su rumbo, de sur-norte a este-oeste, de allí arranca en el viejo mapa una llamada Zanja del Córcoles que no se sabe muy bien hacia dónde va. Sin duda estaba pensada originalmente para comunicar el Canal del Guadiana con el Córcoles, pero parece que tal proyecto no se culminó, como ocurrió con tantos otros.
Vuelve en espíritu el caminante a la Casa del Tejado. Ha recorrido el nuevo y el viejo Alameda de Cervera con evocaciones, recuerdos y con mapas. Es hora, a lo mejor, de retomar su camino hacia Criptana. Y no hay forma mejor de hacerlo que seguir el camino de Argamasilla de Alba a Campo de Criptana, en dirección norte, siempre en dirección norte. Va dejando el caminante parajes a sus espaldas y a los lados. Primero queda allí El Tejado, luego El Raso, después del lugar llamado «El Siete». Todo esto está a su derecha. A su izquierda deja el lugar llamado Los Tintares y después el de Pozo de Agua Dulce.
Piensa el caminante que sigue viejos caminos, y de repente encuentra una carreterilla asfaltada. Eso desconcierta a cualquiera. Mira el mapa moderno, y encuentra que esta carreterilla es la que va de Arenales de San Gregorio a Alameda de Cervera. Sí, es así. No cabe duda. Y allí a la izquierda ve un conjunto de casas. Es la Casa de Doña Eugenia. La carreterilla transcurre por aquí en tramos rectos, pero antes no era así. De hecho, vuelve el caminante al mapa viejo, al de 1886, y ve que esta carreterilla no estaba; había por allí un camino cuyo itinerario no coincide con el de la carreterilla actual. Era el Camino de las Hoyas, en parte aprovechado para la carreterilla, y en parte no. Allí, cerca de la confluencia de ambos caminos el de Argamasilla de Alba a Criptana y el de las Hoyas había en otros tiempos una casa. Era la de Don Pedro. Pero hoy ya no aparece ni rastro.
Aquí, sobre el asfalto que parece arañado de esta carreterilla se queda hoy el caminante y piensa cuánto han cambiado los tiempos y cuánto han cambiado los paisajes. Le entran unas ganas locas de retomar el camino hacia Arenales de San Gregorio, pero no lo hace. Como quien no quiere la cosa viene de allí, y estuvo por allí, por aquellas tierras, zascandileando muchos días. A lo mejor luego, en otra ocasión, vuelve, pero no ahora. Si no, este paseo por parajes criptanenses se va a hacer eterno.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO