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Sigue el caminante en el mismo lugar en el que se quedó ayer. Está entre Alameda de Cervera, Campo de Criptana y Arenales de San Gregorio. En su lugar, uno está en término de Campo de Criptana, pero tiene muy cerca los de Arenales y Alcázar de San Juan, del que forma parte Alameda.

Pensaba partir ya rumbo al norte. Pensaba subir ya a Campo de Criptana. No sé por qué, pero cuando voy en dirección norte digo que «subo», y si voy en dirección sur «digo que bajo». A lo mejor es una tontería, pero asocio el concepto de arriba con el Ártico y el sur con la Antártida. Es cierto que uno puede bajar una montaña en dirección norte. Ahí el paradigma de direcciones se complica, y los conceptos de subir y de bajar a lo mejor ya no están tan claros. En todo caso, allí donde está, el caminante subiría hacia Campo de Criptana y bajaría a Tomelloso. Pero creo que esto es cosa de percepciones particulares y a lo mejor (será lo más natural) no son compartidas por todos, porque cada uno, al final y al cabo, tiene su propio sistema de coordenadas.

Le viene al caminante un recuerdo a la mente. Recuerda un tiempo en que hubo un proyecto de construcción de una línea de ferrocarril desde Alcázar de San Juan a Villanueva de los Infantes, y habría pasado por Alameda de Cervera, Tomelloso, Alhambra y Carrizosa.

Vuelve a recurrir a su documentación el caminante. Y saca ahora el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 8 de marzo de 1905. Allí, en la página 5, encuentra los extractos de sesiones del ayuntamiento de Alhambra, y en el correspondiente a la sesión extraordinaria celebrada el día 6 de octubre de 1904 encuentra lo siguiente:

En esta sesión se acordó por unanimidad subvencionar con el 2 por 100 del coste del remate del ferrocarril secundario, que según la propuesta del Jefe de Obras públicas parte desde Alcázar de San Juan á Infantes, pasando por la Alameda de Cervera, Tomelloso, Alhambra y Carrizosa, cuya subvención será en 20 años, dando principio el primer pago á los dos meses de estar puesto en explotación dicho ferrocarril.

Aquel proyecto ferroviario, como muchos otros de aquel tiempo, quedó en utopía, pero podemos pensar cuánto podría haber cambiado la vida de muchos pueblos de haber tenido ferrocarril.

Piensa el caminante ahora cuán caprichosas son las piruetas del destino y cómo lo que pudo haber sido no fue y, por el contrario, lo que nunca se pensó que sería, luego fue. En esto la historia es veleta y toma la dirección del viento que mejor sopla. Piensa el caminante en una línea férrea muy cerca de allí, piensa en una locomotora de otros tiempos surcando el horizonte y acercándose a Alameda. En su estación algunos viajeros estarían esperando su tren, y otros viajeros del tren tendrían en ella su destino. Vuelve a la realidad el caminante y piensa que en su tiempo, en el de hoy, ya no hay sitio para los trenes de siempre. Ya solo queda espacio para los AVE, para aquellos trenes que son muy rápidos, no digo que no, pero que aíslan y dejan incomunicadas grandes extensiones y muchos pueblos que en otro tiempo tuvieron sus estaciones y sus trenes convencionales. Siempre he pensado que es un gran error y un fracaso histórico construir sólo líneas de AVE y no complementarlas con líneas convencionales. Sólo así se podría vertebrar debidamente el territorio. Pero esto es otra utopía, y así lo piensa también el caminante… que ya no tiene remedio. Los tiempos no van por ahí.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO