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Se explayó a gusto el corresponsal del periódico El Pueblo Manchego en su artículo “Un ayuntamiento modelo”, publicado en el número correspondiente al 14 de octubre, sábado, de 1911. Tiene el tal artículo, sin duda, vocación panegírica, pues su objetivo no es otro que publicar lo que hoy llamaríamos “publirreportaje” sobre un ayuntamiento, uno de un pueblo que no ha nombrado todavía. En esto el corresponsal quiere mantener en vilo a sus lectores, y no desvelará, en consecuencia, el nombre del pueblo hasta el final del artículo. A lo mejor este corresponsal tiene que pasar a la historia de la provincia como el “Agatha Christie” manchego, más que nada por esa afición a plantear misterios que sólo al final, y como de puntillas, quedan resueltos, cual si de un Diez negritos se tratara. Ha ido el corresponsal dando pistas, sin duda. Pueblo manchego, pueblo grande, de unos doce mil habitantes, pueblo muy católico, pueblo que tiene casi de todo (menos mar), pero especialmente pueblo de administración municipal casi idílica, paraíso consistorial en el que las irregularidades contables no serían para mal, sino para bien.

Dejábamos ayer al corresponsal contándonos en qué había consistido la irregularidad detectada en las cuentas del Ayuntamiento. El arqueo había dado como resultado que sobraba dinero. Y en éstas que llegó el alcalde, y así nos lo sigue contando el corresponsal donde lo dejábamos ayer:

Cuando terminábamos de hacer nuestros apuntes para esta información, entró en el Ayuntamiento el respetable señor alcalde al que felicitamos efusivamente; pero él rechazó modestamente nuestra felicitación, diciéndonos que todo era obra del Municipio entero y no exclusivamente suya.

Y entonces el corresponsal reproduce un cumplido diálogo con el alcalde. Comienza el corresponsal:

— Pues hacemos extensiva nuestra felicitación á todos los concejales.
— Tampoco la merecen, pues no hacen sino cumplir con su deber.
— Pues nosotros conocemos un alcalde á quien por muchísimo menos, le han dedicado recientemente con aplauso de todos sus amigos, entre música y cohetes, una calle y hasta el jefe de la oposición, en un arranque de su opíparo entusiasmo, dijo al pronunciar un fogoso discurso de alabanzas en la ceremonia de dedicación, que “debía ser alcalde perpetuo”!!
— Pero ¿estando el alcalde en funciones se hizo eso?
— Sí, señor; estando en funciones.
— Pues á mí no me dedicarán ninguna calle ni plaza, á lo menos mientras yo sea alcalde; no me parece que está beso bien y no lo toleraría.
— ¿Y si el Municipio acordase concederle á V. ese modesto galardón, aprovechando su ausencia de una sesión?
— Pues yo suspendería el acuerdo y en paz.

Hasta aquí el diálogo, hasta aquí el panegírico, a la administración criptanense y a su alcalde, modesto alcalde, discreto alcalde, aunque sería interesante saber si nuestro corresponsal no ha exagerado algo en su tan melifluo panegírico. Pero nos quedamos sin saber el nombre del alcalde y el nombre del pueblo. Este corresponsal muestra gran interés en su empeño de no desvelar el nombre del pueblo. Este corresponsal, firma al final del diálogo como “Theóphilo”, nombre que no sabemos si será real o será pseudónimo. Pero no acaba aquí el artículo, porque siguen algunas líneas más que dejaremos para mañana.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO