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A lo largo de cinco capítulos de esta miniserie que concluirá hoy (así lo esperamos, pero no lo podemos asegurar)… que podría concluir hoy, un corresponsal del periódico El Pueblo Manchego ha desplegado un panegírico de un pueblo que no ha sido nombrado, pueblo manchego, pueblo grande, pueblo católico, pueblo de administración cuidada y transparente, de cuentas saneadas, de alcalde discreto y modesto. Esto fue en el artículo titulado “Un ayuntamiento modelo”, publicado en el número correspondiente al 14 de octubre de 1911. Tiene como característico el género del panegírico que despliega alabanzas, a veces, hasta llegar a la exageración, y por ello no podemos saber con exactitud si tal descripción refleja la realidad o la adorna con elogios en exceso.

Durante cinco capítulos el susodicho corresponsal, “Theóphilus” firma, ha mantenido calladamente oculto su arcano secreto, que no es sino el nombre del pueblo. ¡Qué gran artificio literario! Y como no podía concluir su artículo sin aportar tan fundamental información, incluye el corresponsal un post scriptum después de su firma, y allí nos los dice, del siguiente modo:

Al repasar las cuartillas para enviarlas á la imprenta observamos que entusiasmados con nuestro relato nos hemos olvidado de un detalle y es el de mencionar el nombre del pueblo en cuestión, que no es fantástico como pudieran sospechar alguno de nuestros lectores, sino real y verdadero.

Ese afortunado pueblo se llama:

EL CAMPO DE CRIPTANA

Y como suponemos que la mayor parte de los lectores que han seguido esta miniserie desde su comienzo ya conocían la solución, no le damos más vueltas a las cosas.
Y nos falta identificar con su nombre y apellido al alcalde criptanense en aquel tiempo, protagonista de una parte de esta pequeña historia. Se llamaba Hilarión Escobar.

Y aquí concluimos esta serie… ¿o no?

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO