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Parece la historia de nunca acabar, o la historia interminable, pero, de nuevo, hoy el ayuntamiento de Campo de Criptana y su alcalde en aquel ya lejano año de 1933 son los protagonistas del post, y, de nuevo, la razón es esa incómoda y dañina discordia que en los años treinta anidó en la sociedad española. Dos años después de la proclamación de la República en 1931, la tranquilidad no se imponía en el ayuntamiento de Campo de Criptana, bajo el mando, en aquel año de 1933, del «alcalde accidental», denominación con la que se refieren a él la mayor parte de los periódicos de la época. Lo cierto es que tantas habían sido ya las discordias generadas por este ayuntamiento, y tantas las que aún quedaban por venir, que Campo de Criptana era noticia un día sí y otro no en periódicos de por aquel entonces, como si un espacio o columna propios hubiese poseído en sus páginas.

La impresión que tendría cualquiera que hiciese un seguimiento, aunque superficial, de estas historias a partir del testimonio de la prensa de aquellos años, es que se había llegado a un punto sin retorno, a una situación de caos y discordia de difícil, por no decir imposible, solución. Es muy fácil traer el desorden, pero casi imposible restaurar el orden o, por lo menos, si no imposible, sí muy difícil. Y esto fue lo que ocurrió entonces. Lo más triste es que pocos logros se podían esperar de ayuntamientos como aquél, más preocupados en sus propias riñas arrabaleras que en solucionar los problemas, que serían muchos y graves, de su pueblo. La noticia de hoy cuenta un episodio más de esta pequeña historia criptanense. Se publicó en el diario El Sol, año XVII, núm. 4.876, del miércoles 29 de marzo de 1933, y procedía de la Agencia de Noticias Febus. Dice así:

Los concejales de la mayoría republicano-conservadora se retiran del salón de sesiones

ALCAZAR DE SAN JUAN 28 (5,15 t.). – Para las diez de la mañana estaba convocada la Corporación municipal de Campo de Criptana para celebrar sesión ordinaria. En el momento de pasar al salón de sesiones algunos concejales que integran la mayoría republicanoconservadora, surgieron grandes voces e imprecaciones desde distintos puntos de la tribuna pública, que estaba materialmente abarrotada de gente.

Tal era la violencia de los gritos, que hubo un momento en que se temió se produjera algún choque entre elementos de distinta ideología. En vista de todo ello, los concejales republicanos conservadores adoptaron el acuerdo de retirarse del salón de sesiones

Luego manifestaron al alcalde accidental, de filiación socialista, que no solamente se retiraban para no intervenir en la sesión de hoy, sino que no volverían al Ayuntamiento ínterin no se garantice plenamente el orden dentro del salón de sesiones y el libre ejercicio de su función edilicia.

Más tarde se celebró la sesión, con asistencia de cinco concejales únicamente.

La mayoría republicanoconservadora ha suscrito un documento, que dirige al gobernador civil de la provincia, poniendo en su conocimiento lo sucedido y la firme resolución de no reintegrarse a sus funciones en tanto no se garantice el orden dentro del Municipio.

No parece que se llegara a las manos, a pesar de la tensión de la situación. Sin embargo, la versión de los acontecimientos, mucho más breve, que se publicó en el diario católico El Siglo Futuro, año XXVI, núm. 7.866, del 28 de marzo de ese mismo año, es muy diferente a la que publica El Sol. En primer lugar, la titula El público pega a los concejales republicanos en Campo de Criptana; en segundo lugar, tras describir concisamente los hechos, acaba diciendo que «el escándalo que se produjo fué grande, llegando los concejales a maltratarse». ¿Qué ocurrió en realidad? No podemos saberlo, porque ya por aquel entonces las líneas editoriales de los diferentes periódicos estaban bien definidas y al servicio de una ideología política. Más o menos como hoy.

Por lo demás, la vida seguía su curso en Campo de Criptana con una cierta normalidad (más bien poca). Un mes antes del acontecimiento referido, Ramón Molina Nieto, canónigo y diputado a Cortes, había dado una conferencia en la Juventud Católica local, con duras condenas a la política del gobierno (El Castellano, 28 de febrero de 1933). Meses después, el político Manuel Maura daría otra conferencia, que también incluía ataques al Gobierno y a los socialistas (La Época, año 85, núm. 29.195, sábado 1 de julio de 1933), y las autoridades locales prohibieron un mitin de Acción Popular en el que iban a intervenir «el señor Ceballos, doña Pilar Velasco y un parlamentario» (La Época, año 85, núm. 29.196, del lunes 3 de julio de 1933). Ya en octubre, parece que la situación empeoró: se produjeron algunos incidentes en Criptana a consecuencia de la propaganda del famoso y vehemente diputado Cabrera, que tuvieron que ser sofocados por las fuerzas de asalto (La Época, año 85, núm. 29.274, del lunes 2 de octubre de 1933).

 JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO