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La Casa de la Puente: Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2013)
Continúa hoy el paseo imaginario. Así es hasta ahora. Algún día, a lo mejor, será momento de hacerlo realidad, de tomar la bicicleta, ya con su timbre, como debe ser, y su cesta, de mimbre, también si puede ser, y recorrer uno de estos caminos que estamos transitando, ahora, con la mente, deslizándose el dedo sobre las líneas del mapa, o el moderno, del Instituto Geográfico Nacional, o el antiguo, de 1886. Da igual uno que otro. En el fondo no ha cambiado tanto la geografía de estas tierras. Hay cambios, por supuesto; esto no se puede negar, pero perviven las toponimias de siempre, y los accidentes geográficos siguen siendo los mismos, colinas, pequeñas depresiones, arroyos casi imperceptibles entre la maleza que el tiempo ha ido acumulando en sus orillas.

La Puente: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2011)
Dejamos el paseo de ayer en el antiguo camino de Campo de Criptana a Argamasilla de Alba, por cuyo solar transcurre hoy la carretera CR-1223, carretera sin salida, carretera sin destino. Esta carretera es como la linde del tonto; la carretera se acaba, pero el camino de Campo de Criptana a Argamasilla de Alba sigue hacia el sur. ¿Y la linde? La linde se acaba, pero el tonto sigue, y no sabemos hasta dónde. El puente de San Benito es el punto y final de esta carretera, pero no nos engañemos. Esta carretera no significa apenas nada en la vieja historia de este camino; hasta hace no muchos años, el camino era un continuum, todo uno, tierra vieja hollada por miles de pies de viajeros y por miles de patas de animales, y por no sabemos cuántas ruedas de carros y carretas.
Se advierte al viajero, o al caminante, con una señal a la salida de la población que ésta es una carretera truncada, a lo mejor como muchas ilusiones, que también están truncadas. En muchas cosas un camino o una carretera es como la vida misma, un comienzo y un final, un origen y un destino, unas veces conocido y otras no.

El camino: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)
Queda allí, al sur, el puente de San Benito y vemos desde allí casi con total claridad el final de la carretera. Pero alivia comprobar que el camino sigue, que si el caminante se propusiese seguirlo llegaría a Argamasilla de Alba, y que si el caminante fuese persistente iría más allá, y llegaría a Sierra Morena, y atravesaría las sierras y las colinas olivareras, y seguiría el camino, y llegaría, quizá al mar. Todo es proponérselo.
Dos parajes rodean al Puente de San Benito en su lado norte. A la derecha de la CR-1223, que es como decir a oriente, está el paraje de El Río. Hoy puede parecer normal este topónimo, pero en tiempos en que el río Záncara existía, en que tenía vida, tal designación era pura tautología. Y a la izquierda del río, según se mira desde el sur, al occidente de la CR-1223, el paraje tiene por nombre «El Puente». Era una tautología, y aún hoy lo sigue siendo, llamar a un paraje «El Puente» porque en él hay, en efecto, y como era de esperar, un puente.

Otra vez el puente: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)
Estamos parados en medio de la carretera mientras miramos a un lado a otro en busca de más tautologías, pero no hallamos más. A lo mejor con dos ya hay bastante. Estamos parados en el kilómetro 8, a pocos metros del Puente, allí donde la superficie alcanza los 642 metros sobre el nivel del mar. No hay más tautologías, pero al otro lado del río vemos la Casa de la Puente, arcaísmo claro, nombre tan antiguo que remonta a los tiempos en que la palabra «puente» era en castellano de género femenino, «La puente», como en latín. Y así llama aún la vox populi a esta maravilla arquitectónica hoy tan ajada pero que, sin duda, conoció tiempos mejores, «La puente».
Y después de hacer este alto en el camino continuaremos nuestro itinerario. Será, como decíamos ayer por el Camino de Murcia, y éste nos llevará desde la CR-1223 hasta la conocida como «Carretera de Nieva», que no es otra sino la CM-3105. Pero esto será otro cantar, y por eso lo dejamos para mañana.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO