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Por unos días nos hemos quedado en el anuario almanaque Bailly-Baillière y en lo que nos dice sobre Campo de Criptana en las dos últimas décadas del siglo XIX. Es la suya, sin embargo, una información más bien modesta y limitada. Recordemos al lector que no recogía este directorio sistemáticamente los datos de todos los negocios y oficios de la localidad, sino sólo los de aquéllos cuyos propietarios estaban dispuestos al pago de la publicidad.

El pueblo, Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

El pueblo, Campo de Criptana: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Más rica era la información sobre Campo de Criptana que recogía el Anuario Riera a comienzos del siglo XX, por ejemplo, el de 1901 (pág. 913). Sabemos quién era el corresponsal del Anuario en Campo de Criptana en aquel año, porque él mismo se anuncia en el directorio:

Centro de suscripciones: CUADRA (JACINTO), Santa Ana, 1, representante – corresponsal del ANUARIO RIERA en esta población.

Calle Santa Ana (Cuadro "Panorámica del centro de Campo de Criptana"): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2005)

Calle Santa Ana (Cuadro «Panorámica del centro de Campo de Criptana»): Óleo de José Manuel Cañas Reíllo (2005)

Por supuesto, no podía ser otro, sino el polifacético, hombre de variados intereses y pluriempleado, Jacinto Cuadra, hombre tan omnipresente en la vida social y económica de Campo de Criptana que tanto se podría decir que había varios o que era uno y tenía el don de la bilocación, don extraño como el que más y cosa un poco sorprendente para el hombre de nuestros tiempos, tan poco dado a creencias sobrenaturales. Pero, para cosas extrañas, lo es más la glosolalia, aunque, como no es asunto de hoy, no vamos a entrar en él, y nos vamos a quedar con los pies en la tierra, como corresponde en este artículo. Ya volará la imaginación libre, como el viento, otro día. Sobre Jacinto Cuadra remito a los artículos Jacinto Cuadra, político, viajero y alcalde (Campo de Criptana, 1909-1914) y Jacinto Cuadra, corresponsal, comisionista y pluriempleado (Campo de Criptana, 1882-1903).

Veamos más cosas curiosas que nos cuenta sobre Campo de Criptana ese Anuario Riera de 1901. Era costumbre encabezar el artículo correspondiente a cada pueblo con unos datos básicos, en los que se recogía la población, fiestas, mercado, etc. De Campo de Criptana se nos dice:

Villa de 7.506 habitantes de H(echo) y 7.479 de D(erecho), situada á las distancias de 123 y 89 kilómetros de la capital por ferrocarril ó carretera respectivamente. Ferias el primer domingo de Septiembre y dos días después. Fiestas el día de Pascua de Resurrección y Nuestra Señora de Criptana patrona y titular. Mercado los miércoles y domingos.

Incorporaba también los datos del «Elemento oficial», es decir, de la administración municipal:

Alcalde. – D. Antolín Martínez-Santos. Secretario.- Don Jesús Díaz Hellín y Martínez de Madrid. Juez Municipal.- Don Francisco Torres. Fiscal.- Don Ramón Alfaraz, Marqués de Torremujía (sic, por ¿quizá en lugar de «Torremejía»). Secretario.- D. José Antonio Sánchez. Párroco.- D. Antonio Martínez (en comisión). Autoridad militar.- Don Juan Serrano, Jefe del puesto de la Guardia Civil.

Y, para acabar, citemos una curiosidad más. Se recoge también en este Anuario Riera un servicio de carruajes que comunicaba a Campo de Criptana con Alcázar de San Juan, es decir, el precursor de la línea de autobuses entre ambas localidades:

Serv(ici)o carruajes. A Alcázar de S. Juan. Diario, á las 10 m. y 3 t.; precio, 0’50 pesetas asiento.

Criptana - Alcázar: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Criptana – Alcázar: Foto de José Manuel Cañas Reíllo (2014)

Es decir, había dos servicios, uno a las diez de la mañana y otro a las 3 de la tarde. Como vemos, tenía Campo de Criptana de todo o, al menos, para no exagerar, de casi todo. No había playa ni había mar, pero había otro mar, mar de otros colores, mar polícromo, mar de otras evocaciones: el mar de la llanura, el mar de viñedos y trigales, el mar infinito de la tierra hasta donde llega el horizonte y hasta donde alcanza la vista. Por tener, tenía el Criptana de aquel tiempo hasta una quincallería, que es actividad muy específica y de nombre sonoro, de nombre tintineante, de nombre cantarín y musical, casi sinfónico. Me gusta cómo suena la palabra, «quincallería», suena a poema épico manchego, a poema en hexámetros dactílicos como es uso en estos casos, con muchos dáctilos y pocos espondeos para que salga vivo y bailarín, y con las cesuras en su sitio como dictan las normas métricas de los clásicos.

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO