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No es un secreto que en este blog nos gustan las palabras y que siempre que podemos las comentamos y rebuscamos en ellas, y escrutamos sus sentidos más recónditos, y hasta las acariciamos… si es menester. En esto de las palabras, sin duda, la toponimia rural aporta uno de los tesoros más valiosos. Es muy difícil saber por qué tal paraje se llama como se llama y desde cuándo; mucho más difícil es averiguar quién le puso el nombre. Tiene seguramente mucho que ver en ello la vox populi de otros tiempos, porque al final de todo la creación de las palabras y de la lengua es cosa del pueblo. Después el diccionario sancionará o no sancionará, pero las palabras casi nunca se las lleva el viento mientras permanezcan en bocas y en mentes.
Yo no sé mucho de parajes rurales. Sabe más de todo esto el caminante, ése personaje de este blog que aparece y desaparece sin saber muy bien por qué, y que aunque lo llames no viene, y si no lo llamas, a lo mejor viene. Eso es lo bueno del caminante, que va por libre y nunca se vende, y hace lo que le viene en gana.
«Casa», «dehesa», «pozo», «haza», «arroyo», «cañada» son algunos de esos nombres comunes que, con el paso del tiempo, se han convertido en topónimos, siempre con su aditamento correspondiente. Hay en Criptana una «Cañada del muerto» ¿Por qué se llamará así? ¿Qué oscura historia oculta este nombre? ¿Quizá una añeja tragedia o una vieja desgracia? Otros topónimos son más bien extraños e inexplicables, como ese «Balcón de Pilatos» con que se designa a un paraje de Criptana. Respecto a la «Casa del Empalmado», allí, casi pegando a los límites con Tomelloso, mejor no preguntar. Y sobre la «Casa del Tonto», corramos un tupido velo.
Criptana es sierras y llanura, extraña simbiosis. No hay término medio, pero eso es muy bueno para el paisaje, porque aquí hay de todo, y esto es raro en La Mancha.
Hay en las sierras una jerarquía bien clara, y en la llanura también. Es la reina de su toponimia el nombre por excelencia «La Sierra», porque sólo hay una, esa que es señora del horizonte, y se enseñorea, si se tercia, hasta de los cielos, y se hace dueña de los vientos con sus molinos.
Y hay cerros, no muchos, pero los hay en el término de Criptana, unos con nombre otros no, que es como decir anónimos pero no por ello desconocidos o ignorados. El cerro es cosa de poco, cosa humilde. Viene el término, según el DRAE, del latín cirrus, «copo». Cosa pequeña, como se puede ver hasta por su origen. Tiene varias acepciones. Nos interesa aquí la segunda:
2. Elevación de tierra aislada y de menor altura que el monte o la montaña.
Otra acepción nos interesa también aquí. Es la tercera: «Espinazo o lomo», y esto nos lleva a otro término que también encontramos en la toponimia criptanense, «loma» que, también según el DRAE, es una «altura pequeña y prolongada», como el lomo de un animal. La naturaleza en esto es prodigiosa, y la imaginación del hombre para nombrar a los parajes con lo que la naturaleza tenía también. Hay, por ejemplo, una «loma» en el término criptanense. Es la Loma de Cantareros, de 708 metros sobre el nivel del mar, allí en un confín de Criptana, ya pegando a los límites con Miguel Esteban.
Cerros hay varios en Campo de Criptana. Está el «Cerro de Barbas», o estaba, porque una cantera lo ha devorado casi hasta los cimientos. Es lo nunca visto. Cuando una montaña desaparece y se esfuma es que algo no se está haciendo bien. Un daño así a la naturaleza suele tener sus consecuencias, y no son nada buenas ni para el paisaje ni para el hombre. Y está enfrente el Cerro de la Virgen de Criptana, de 743 metros de altura sobre el nivel del mar, porque cerro es también, o colina, y aunque humilde frente a la grandeza de La Sierra, tiene también su esplendor y prestancia de avanzadilla en el paisaje. Y otro cerro tiene Criptana en su corazón, el de la Paz, cosa insólita en el paisaje manchego, además con molino de viento, que es el no va más de la originalidad. Y al otro lado del término municipal criptanense, allí por donde se pone el sol, junto a las fronteras con Alcázar de San Juan hay otro «cerro», el Cerro Carretero, de 711 metros de altura sobre el nivel del mar. Loma de los Cantareros, Cerro Carretero… nos trasladan estos nombres a los tiempos de los viejos y esforzados oficios ya perdidos.
Incluso donde menos se esperaría encontramos otro «cerro». Es el Cerro Vega. Digo que donde menos se esperaría porque está en plena llanura, allí donde la vista contempla un horizonte de viñedos y tierras que se prolonga muchos kilómetros hacia el sur, tanto que parece inacabable, casi infinito. Destaca poco este cerro en el entorno con sus 661 metros de altura sobre el nivel del mar, pero cuando los antiguos le pusieron este nombre por algo sería. Todo es relativo, y en la gran llanura hasta la más pequeña elevación puede ser «cerro».
Y al lado de todo esto hay hasta un lugar llamado «La Meseta», pero de él hablaremos otro día, que hoy ya hemos tenido bastante con tanto cerro.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
Como acostumbras, esta vez nos deleitas con una magnífica descripción orográfica de nuestro pueblo, pero como comienzas la entrada diciendo que nos gustan las palabras y rebuscamos en ellas, me ha ilusionado comprobar que usas una expresión que siempre la recuerdo en boca de mi abuelo, … «si se tercia», quizás porque mi infancia la pasé en la plaza del mismo nombre, y en mi niñez cuando la escuchaba siempre me preguntaba porqué nombraba el lugar donde vivíamos sin entender correctamente su significado. Conociendo tu sagacidad con la etimología, me gustaría saber si conoces el origen de esa expresión, y si es así, que lo compartas en otra de tus entradas.
El verbo «terciarse» está recogido en el DRAE, en la acepción núm. 13 de «terciar». Es verbo pronominal que sólo se usa en infinitivo y en 3ª persona del singular, es decir, que funciona como verbo impersonal. Nos dice el DRAE sobre su significado: «Dicho de una cosa o de la oportunidad de hacerla. Presentarse casualmente». Es una de esas palabras de siempre que todavía se usan y esperemos que sigan usándose mucho tiempo, aunque cada vez son más raras en el habla, quizá porque erróneamente suelen ser consideradas como arcaísmos o pasadas de moda.
Sabía que no me ibas a defraudar…y estoy contigo, se están perdiendo palabras y expresiones que enriquecen nuestra lengua por culpa de modas erróneas.