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En 1855 comenzaron a pasar y parar los primeros trenes en Campo de Criptana. Y la vida cambió en Criptana de la noche a la mañana. La modernidad había llegado de repente, como quien no quiere la cosa, y ya Criptana no sería el mismo a partir de entonces. Ya no era necesario adentrarse con carros y carretas en aquellos viejos caminos, tan viejos casi como el tiempo, y enfrentarse al barro y al frío en invierno, y al calor y al polvo en verano, y, en épocas turbulentas, a asaltantes de caminos, atracadores y a lo mejor, incluso, algún que otro bandolero.
De repente, la Corte estaba ya a unas pocas horas de viaje de Criptana y uno se podía plantar en la Puerta del Sol en un me ves y no me ves. Y no solo cambiaron los viajes, y la vida de los criptanenses, y el paisaje de su pueblo. Muchas otras cosas cambiaron, porque el tren no vino solo. Aquellos parajes que habían sido hasta 1855 campos, campos y más campos, parte de aquella inmensa e interminable llanura manchega que llegaba, digámoslo así, hasta la misma entrada del pueblo criptanense… aquellos parajes vieron surgir una línea de ferrocarril, y una estación, y poco a poco y con el paso del tiempo, alrededor, edificaciones, bodegas, bodegas y más bodegas.
Campo de Criptana cambiaría, antes de finalizar el siglo XIX, toda su panorámica sur, y todo ello en poco más de cuarenta años. Y esos cuarenta años trajeron más cambios que todos los que ya Campo de Criptana llevaba recorridos en ese camino lleno de avatares que es la historia.
Tenía ya Criptana tren, y tenía una estación. Pero ¿cómo se tendría que llegar a ella? ¿Qué recorridos llenos de fatigas tendrían que recorrer los viajeros para llegar a la estación de Criptana? Porque parece que en ello no se pensó al principio. Pero Campo de Criptana no se quedó quieto y, un año después, en 1856 surgió la protesta y la queja se hizo pública y llegó a la prensa nacional. El sábado 22 de marzo de 1856, en el núm. 5.582, El Clamor Público sacaba a la luz pública la indignación criptanense por no disponer de un camino digno que comunicase su pueblo con la estación. (véase: Cuando era una proeza llegar a la estación de Campo de Criptana, 1856).
Y la queja llegó también, como era de esperar, a las autoridades, pero, como ya sabemos y hemos todos experimentado en alguna ocasión en nuestras vidas, las cosas de palacio van despacio, y las de la administración más, y las instituciones tardan mucho, quizá demasiado, en reaccionar a las solicitudes ciudadanas (si es que reaccionan, que algunas veces no lo hacen o lo hacen mal y por donde no deben). Y llegó la queja a la Diputación Provincial de Ciudad Real y, como consecuencia de ello, el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, del 15 de enero de 1864, publicaba un listado de caminos que tendrían que construirse en diferentes pueblos de su jurisdicción. En el partido judicial de Alcázar de San Juan encontramos varios que fueron germen de las actuales carreteras. Algunos de esos caminos tendrían que ir de Alcázar a Tomelloso, de Tomelloso a Socuéllamos, de Pedro Muñoz a la estación de ferrocarril de Záncara y algunos otros más. Entre ellos figura uno que afecta directamente a Campo de Criptana: era el camino que conectaría su estación de ferrocarril con el término de Miguel Esteban, en la provincia de Toledo.
Mañana continuaremos hablando sobre esos caminos que hicieron los caminantes.
JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO
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